Por: Ricardo
Marapi
Nadine Heredia no tiene derecho a fundamentar opinión sobre ningún
tema. Su esposo es el presidente, a Nadine nadie la eligió. ¿Qué pretende hacer
la Primera Dama? ¿Cogobernar con su esposo? Nadine debería limitarse a las
cuatro paredes de su casa”. La retahíla de opiniones sobre el rol que debería
cumplir Nadine Heredia no tiene cuando acabar.
Lamentablemente muchas de esas
opiniones se internan a una dimensión abiertamente machista. De tufillo casi
cavernario. De aquel que jalaba de los pelos a una mujer para llevarla a su
cueva.
Pero la pregunta es válida
¿Cuál es el “rol” que debe cumplir una “Primera Dama”? Ojo con las comillas.
¿Los críticos de Heredia pretenden sinceramente que cumpla el rol de un ama de
casa de los 50’s, esperando a su esposito con la comida bien caliente y
trayéndole sus pantuflas? ¿Pretenden que se ponga un parche en la boca y no
emita ninguna opinión política sobre la coyuntura del país? ¿Qué cierre su
cuenta de Twitter y se remita solo a cocinar y criar a sus hijos? Muchos de
esos críticos parece que se han tomado en serio lo de la onda machista de Mad
Men (by the way, deberían ver esa serie de televisión).
Creo que varias décadas de
vida republicana, con una inmensa cantidad de presidentes hombres, nos han
acostumbrado a ver a Primeras Damas cumplir el típico rol de consorte-adorno de
sus esposos. Restringidas solo a inaugurar orfanatorios, vestir a la moda para
las portadas de las revistas chic y pasar completamente desapercibidas en la
vida política del país. La construcción de esa imagen simbólica es muy difícil
de traer abajo. Y por supuesto cuando llega una mujer joven, inteligente, con
una fuerte personalidad política que no se ciñe a los cánones anacrónicos, pues
la furibunda respuesta de nuestra sociedad patriarcal no se hace esperar. Tal
como el título de esta columna, muchos quieren una Primera Dama Barbie para que
no afecte nuestra masculinidad.
Oigan, no estamos hablando
simplemente de la esposa del presidente. Es, además, la co-fundadora del
partido que está en el gobierno. No tiene el perfil de Pilar Nores o Carla
Bruni. La participación política de Heredia obviamente es muchísimo más activa
y fuerte. (A propósito, si alguna vez elegimos a una presidenta, ¿qué nombre le
pondríamos al consorte, si es que es casada? ¿El Primer Caballero, el Primer
Esposo?)
Sin embargo admitamos que
hay otras peculiaridades en su situación que merecen análisis. Más allá de si
verdaderamente tiene o no el poder que se le imputa. Más allá de si está
cogobernando o no el país con su esposo. Más allá de si quiere postular en el
2016, lo que debemos preguntarnos es: ¿debemos oficializar el papel de Primera
Dama ─actualmente un título protocolar no oficial─ como un cargo con las
responsabilidades de un típico funcionario gubernamental? ¿O debemos eliminar
de una vez por todas este título que encorseta la vida y aspiraciones de un ser
humano, solo por ser “la esposa del presidente”? Esposada casi literalmente.
Si tomamos la primera
decisión entonces evitaríamos los vacíos legales que se producirían si Nadine
Heredia empieza a tomar decisiones de carácter gubernamental. Si ella quiere
tomar decisiones, muy bien, pero que estén dentro de los parámetros legales. Es
decir, que se modernice y oficialice el cargo de Primera Dama. Si tomamos la
segunda decisión, entonces podríamos acabar con un cargo innecesario que no
tiene razón de ser. Pilar Nores abandonó el rol en los últimos años de
gobierno. Y no se sintió su falta.
A Eliane Karp el partido la escondió tras
sonados enfrentamientos con el periodismo y otros políticos. De Keiko Fujimori
ni hablar.
Eliminemos el cargo de
Primera Dama. Si Nadine Heredia o la pareja de un futuro presidente o
presidenta quiere mayor protagonismo y aportar políticamente al país, pues que
asuma un ministerio, viceministerio u otro cargo, obviamente si tiene las
capacidades requeridas. Un cargo con responsabilidades y sanciones. Sería mucho
más transparente y saludable para el país.
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