Juan López
De vieja costumbre el
aguinaldo se hizo norma durante el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines. La Ley
Federal del Trabajo, en su Artículo 87 establece que el aguinaldo menor será el
equivalente a quince días de salario mínimo, que deberá de pagarse antes del
veinte de diciembre de cada año. Trabajadores que por cualquier motivo no
laboren durante todo el año, tendrán derecho al pago de la parte proporcional
del aguinaldo conforme al tiempo trabajado.
Cierto que mientras
la ley dice una cosa, los políticos interpretan otros dictámenes totalmente
contrarios al espíritu de las leyes. En ningún reglamento está inscrito que el
aguinaldo se haga extensivo a la alta clase política, pero mientras esta
omisión es omitida por los ministros de la corte, magistrados, consejeros, embajadores
en Europa, miembros del gabinete, senadores, diputados federales y locales, alcaldes,
regidores y síndicos, TODOS, se despachan con la cuchara grande. Cuestan a
México, a nuestros impuestos, ciento treinta y dos millones de pesos los
diputados federales por motivo de la Navidad. El Congreso de la Unión tiene ya
preparada una bolsa de 132 millones, 515 mil pesos para pagara a senadores y
diputados sus aguinaldos, dietas mensuales, así como otras ayudas más que
corresponden al mes de diciembre. Los diputados se preparan a recibir 194 mil
852 pesos y los senadores 274 mil pesos por estos rubros. En suma la Cámara de
Diputados erogará casi cien millones de pesos y el Senado treinta y cinco
millones. La navidad generosa con nuestros legisladores, es muy mezquina con el
resto de la clase trabajadora, con los
empleados públicos, con los obreros y con las asalariadas domésticas.
Quienes han sido
elegidos en urnas son considerados depositarios del poder público. Ninguno
legislador o ministro tiene el rango de subordinado de ningún jefe de personal
inmediato. Son autónomos en sus decisiones. Hacen leyes y toman acuerdos pero
carecen de un horario y el cumplimiento de labores precisas. Si a su condición
del deber le aplicamos privilegios costosos de dinero en efectivo y les multiplicamos por días devengados su
aguinaldo, entonces son sumas millonarias del erario las que se utilizan para
agasajar a estos parásitos que medran con la sangre de la nación.
Con tanta cantidad
de millones de pesos que se escurren por el desagüe de la impunidad y la
sinvergüenzada de las élites políticas, cuántas camas para un hospital público
podrían comprarse. Cuánta escuela podría ser reparada. Cuantos comedores
infantiles para la pobreza podrían instalarse en las zonas deprimidas del país.
Agua potable para las colonias, drenaje en centros habitacionales, nueva
universidad ahí donde están saturados los centros de estudios. Es una pena ver
el tendero del Grupo Kiosko en la Diana Cazadora de Acapulco en plena costera,
donde claman por una oportunidad para estudiar.
Si se cancela el
aguinaldo a la alta clase política, iremos por el rumbo correcto de hacer buen
uso de nuestros impuestos. Ninguno de los agraciados en las altas esferas de la
burocracia se va a morir si pasa sin sobresueldo las fiestas decembrinas.
Comenzaríamos a gastar correctamente el erario y emparejaríamos esa desigualdad
social que hoy nos rinde frutos tan agrios como los ayotzinapos y tan ácidos
como los maestros de la CETEG. Si no queremos el gemir de la pobreza en nuestros talones, paremos la
voracidad de los políticos y seamos más cristianos en el sentido de compartir
con los pobres nuestros bienes.
PD: “Aguinaldo:
prestación laboral obrero-patronal”. Constitución.