México. Octubre del 2014. El Procurador General de la República,
Jesús Murillo Karam, descartó que los 28 cadáveres calcinados y hallados en las
afueras de Iguala perteneciesen a los normalistas. “Les puedo decir que las
primeras fosas encontradas, las primerititas de las que ya tenemos algunos
resultados, no corresponden a los ADN de los familiares”, dijo Karam.
El
anuncio reverdece los interrogantes de un caso políedrico donde, tras 19 días
de pesquisas y medio centenar de detenidos, el enigma principal, es que el paradero de
los muchachos de la escuela de Ayotzinapa, sigue sin aclararse.
El camino más
esperanzador que abre el descarte (basado en las pruebas de ADN) es que los
jóvenes, como mantienen muchos padres, permanezcan con vida y estén
secuestrados por los narcos en algún rincón de las montañas de Guerrero,
burlando la búsqueda conjunta que llevan a cabo desde el 27 de septiembre el
ejército, la marina, la policía federal, la estatal y los servicios de
inteligencia en pleno.
Esta posibilidad, de confirmarse, daría pie al secuestro
masivo de mayor duración que recuerdan los anales de la historia reciente de
mexicana.
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