Por Patricia Sánchez Carrillo/
Sin lugar a dudas, el
fuego ha sido un elemento de suma importancia en la evolución del hombre, la
historia nos remonta hasta los primeros pobladores, donde esa flama ardiente se
produjo probablemente por el frote de dos piedras, o por el mismo rayo solar
reflejado en algún metal.
Situación que asombró
a esas primeras generaciones haciendo del fuego parte de sus vidas llevándolo
hasta la veneración. Así surge en muchas culturas el famoso fuego sagrado, ese
que iluminaba a las familias de aquella época y que jamás debía apagarse aún dentro
de las viviendas; ellos nunca se imaginaron que ese fuego sería el presagio de
una muerte lenta, una muerte silenciosa que permanece aún entre nosotros sin
poderla erradicar.
Hoy día, la
ignorancia, los usos y costumbres y la escasa economía familiar siguen siendo
factores que unidos, son la punta de lanza que agudiza problemas serios en las
zonas mayas y comunidades rurales desprotegidas de nuestro estado y de muchos
otros; este fuego de ayer sigue persistiendo como un lazo de identidad en el
hogar de millones de familias mexicanas, que cocinan o se calientan al abrigo
del fuego que mantienen al interior de sus viviendas o cercana a ellas,
desconociendo el daño que a corto, mediano o largo plazo deja en su salud ese
humo que se desprende de la fogata y que inevitablemente respiran.
Quiero compartir con
ustedes una vivencia de hace algunos años, que viene a colación debido a que el
fin de semana antepasado, platicando con un buen amigo sobre algunos proyectos
relacionados con nuestro futuro próximo me preguntaba: “Patricia ¿qué has
pensado hacer en lo sucesivo con tu vida?”. Este cuestionamiento pese a la
respuesta que le di me dejó una gran reflexión. Mi amigo es recién jubilado
pero parece ser que este nuevo estatus de su vida lo ha energizado.
Mi amigo me decía: “Ya
estoy libre (laboralmente hablando), de regreso a casa y con muchísimas ganas
de incorporarme de nueva cuenta al trabajo de ayuda a la comunidad y al
partido”. Mi respuesta fue inmediata: En buena hora bienvenido, sabes que
valoro mucho tu capacidad profesional y realmente me da gusto tu deseo de
reincorporación.
Inmediatamente nos
involucramos en una plática sencilla y amena de grandes camaradas, de pronto le
solté una pregunta bastante sencilla y a la vez también picaresca: Y dime, ¿qué
hacías aparte de estudiar y dar clases? pues bueno, me contesto: “Fíjate que
hace poco más de tres años, con algunos compañeros diseñamos una estufa para
las áreas rurales, a la que le denominamos Fogón o Estufa ecológica”, me
interesó tanto la respuesta que inmediatamente le pedí que me comentara sobre
este sencillo y útil artefacto.
“Mira, la idea
consistió en crear algo útil que empleara la comunidad rural y la zona maya del
estado, a manera de estufa que eficientara el trabajo doméstico y desplazara el
fogón de leña de los hogares indígenas, este método trae consigo muchísimos
beneficios, saca el humo de las viviendas mediante la chimenea que trae
adicionada; por consiguiente no mancha techos ni paredes de hollín que causa
severos daños respiratorios, ahorra el uso de leña o carbón ya que solo permite
la introducción de trozos pequeños de estos combustibles para su
funcionamiento.
Pero lo más increíble
y valioso es que evita que las personas que ahí moran respiren el humo que
tanto daño causa, que puede ir desde una simple tos, hasta enfermedades
pulmonares graves como el enfisema o enfermedad pulmonar de obstrucción crónica
conocida como EPOC, daño que altera la respiración normal y es potencialmente
mortal.
Octavio me describió
la estructura de la estufa ecológica, la cual introducida a los hogares rurales
mediante uno de los programas de SEDESOL, una vez aprobado el proyecto que
respalda las bondades en su uso, y la protección y cuidado a la salud que se
obtiene, existiendo ya testimonios sobre las mejoras observadas entre los
habitantes de estas zonas, estos ya han sustituido el fogón por las estufas
ecológicas.
Los resultados que se
han logrado en la vida cotidiana durante estos tres años de su utilización son
significativos; hasta la presente fecha se han instalado tres mil estufas.
Muchos hogares siguen en espera de recibir este beneficio que desde luego
abonará al mejoramiento en el sector salud.
Mientras escuchaba la
explicación de Oxch, como yo le digo a Octavio, no puedo evitar que mis
pensamientos se desplacen años atrás (pero muchos años), cuando por razones de
trabajo, recorrí por vez primera al estado de Quintana Roo, conociendo hasta
los lugares más recónditos de esta tierra que hoy me da cobijo. En aquel
entonces la seguridad estaba presente en todo momento; no era difícil encontrar
a algún transeúnte pidiendo un aventón para trasladarse a la siguiente
comunidad o poblado; muy lejos estaba la existencia de malandrines o grupos
delictivos y mucho menos las mafias del crimen organizado, pero bueno, esa es
otra historia que bien merece una editorial; lo que quiero dejar claro es que
había confianza para transitar sola por esos lares.
Mi visita a esos
hogares de techos de paja retacados de hollín y paredes de palitos,
entreverados con bloques y mezcla de lodo y albarradas de piedra, también
tenían un patiecito donde convivían todos los animales domésticos, perros,
gatos, gallinas, en ocasiones pavos y gansos que departían alegremente sin
mayor problema; y en alguna ocasión la oportunidad de tratar a estas familias,
me permitió el acceso a sus hogares, para disfrutar de un vaso de agua fresca,
o alguna vez compartir un desayuno dominguero, donde sentados en un butaque o
banquillo en torno al fogón, todos esperábamos la salida de las tortillas
hechas a mano que se cocinaban en el comal a fuego lento, para preparar un
taquito de huevo revuelto con cebolla roja, tomate y cilantro cosecha del
huerto familiar. ¡Qué recuerdos de escenas tan inolvidables!, sin embargo
también evoco con tristeza los días posteriores de aquella visita, en que mis
alergias se dispararon y la tos y carraspera se adueñaron de mi salud por unos
días, donde ni lejanamente reparé en que esos estragos generados, hubieran sido
causados por unas horas de permanencia en ese hogar, donde la fogata estaba al
interior de la vivienda y todos los tóxicos que emanaban de ésta, lógico los
respirábamos.
Estoy segura que
Octavio y Patricia (su esposa), tienen el reconocimiento y respaldo de muchas
familias que cuentan ya en sus hogares con estas estufas ecológicas. Así mismo,
considero que es importante que nosotros como ciudadanos, nos permitamos ver un
poco más allá de lo que parece ser cotidiano o llevado a cabo por usos y
costumbres, sobre todo en cosas que causan severos estragos en nuestra sociedad,
con la finalidad de buscar propuestas propositivas y creativas que nos permitan
mejorar las condiciones de nuestro estado.
Esta editorial está
dedicada a todas esas personas que tienen la visión, la sensibilidad y el
interés por hacer de Quintana Roo y México un lugar mejor para vivir.
Soy su amiga Patricia
Sánchez Carrillo