lunes, 27 de agosto de 2012

Muerte a fuego lento




Por Patricia Sánchez Carrillo/
Sin lugar a dudas, el fuego ha sido un elemento de suma importancia en la evolución del hombre, la historia nos remonta hasta los primeros pobladores, donde esa flama ardiente se produjo probablemente por el frote de dos piedras, o por el mismo rayo solar reflejado en algún metal.
Situación que asombró a esas primeras generaciones haciendo del fuego parte de sus vidas llevándolo hasta la veneración. Así surge en muchas culturas el famoso fuego sagrado, ese que iluminaba a las familias de aquella época y que jamás debía apagarse aún dentro de las viviendas; ellos nunca se imaginaron que ese fuego sería el presagio de una muerte lenta, una muerte silenciosa que permanece aún entre nosotros sin poderla erradicar.
Hoy día, la ignorancia, los usos y costumbres y la escasa economía familiar siguen siendo factores que unidos, son la punta de lanza que agudiza problemas serios en las zonas mayas y comunidades rurales desprotegidas de nuestro estado y de muchos otros; este fuego de ayer sigue persistiendo como un lazo de identidad en el hogar de millones de familias mexicanas, que cocinan o se calientan al abrigo del fuego que mantienen al interior de sus viviendas o cercana a ellas, desconociendo el daño que a corto, mediano o largo plazo deja en su salud ese humo que se desprende de la fogata y que inevitablemente respiran.
Quiero compartir con ustedes una vivencia de hace algunos años, que viene a colación debido a que el fin de semana antepasado, platicando con un buen amigo sobre algunos proyectos relacionados con nuestro futuro próximo me preguntaba: “Patricia ¿qué has pensado hacer en lo sucesivo con tu vida?”. Este cuestionamiento pese a la respuesta que le di me dejó una gran reflexión. Mi amigo es recién jubilado pero parece ser que este nuevo estatus de su vida lo ha energizado.
Mi amigo me decía: “Ya estoy libre (laboralmente hablando), de regreso a casa y con muchísimas ganas de incorporarme de nueva cuenta al trabajo de ayuda a la comunidad y al partido”. Mi respuesta fue inmediata: En buena hora bienvenido, sabes que valoro mucho tu capacidad profesional y realmente me da gusto tu deseo de reincorporación.
Inmediatamente nos involucramos en una plática sencilla y amena de grandes camaradas, de pronto le solté una pregunta bastante sencilla y a la vez también picaresca: Y dime, ¿qué hacías aparte de estudiar y dar clases? pues bueno, me contesto: “Fíjate que hace poco más de tres años, con algunos compañeros diseñamos una estufa para las áreas rurales, a la que le denominamos Fogón o Estufa ecológica”, me interesó tanto la respuesta que inmediatamente le pedí que me comentara sobre este sencillo y útil artefacto.
“Mira, la idea consistió en crear algo útil que empleara la comunidad rural y la zona maya del estado, a manera de estufa que eficientara el trabajo doméstico y desplazara el fogón de leña de los hogares indígenas, este método trae consigo muchísimos beneficios, saca el humo de las viviendas mediante la chimenea que trae adicionada; por consiguiente no mancha techos ni paredes de hollín que causa severos daños respiratorios, ahorra el uso de leña o carbón ya que solo permite la introducción de trozos pequeños de estos combustibles para su funcionamiento.
Pero lo más increíble y valioso es que evita que las personas que ahí moran respiren el humo que tanto daño causa, que puede ir desde una simple tos, hasta enfermedades pulmonares graves como el enfisema o enfermedad pulmonar de obstrucción crónica conocida como EPOC, daño que altera la respiración normal y es potencialmente mortal.
Octavio me describió la estructura de la estufa ecológica, la cual introducida a los hogares rurales mediante uno de los programas de SEDESOL, una vez aprobado el proyecto que respalda las bondades en su uso, y la protección y cuidado a la salud que se obtiene, existiendo ya testimonios sobre las mejoras observadas entre los habitantes de estas zonas, estos ya han sustituido el fogón por las estufas ecológicas.
Los resultados que se han logrado en la vida cotidiana durante estos tres años de su utilización son significativos; hasta la presente fecha se han instalado tres mil estufas. Muchos hogares siguen en espera de recibir este beneficio que desde luego abonará al mejoramiento en el sector salud.
Mientras escuchaba la explicación de Oxch, como yo le digo a Octavio, no puedo evitar que mis pensamientos se desplacen años atrás (pero muchos años), cuando por razones de trabajo, recorrí por vez primera al estado de Quintana Roo, conociendo hasta los lugares más recónditos de esta tierra que hoy me da cobijo. En aquel entonces la seguridad estaba presente en todo momento; no era difícil encontrar a algún transeúnte pidiendo un aventón para trasladarse a la siguiente comunidad o poblado; muy lejos estaba la existencia de malandrines o grupos delictivos y mucho menos las mafias del crimen organizado, pero bueno, esa es otra historia que bien merece una editorial; lo que quiero dejar claro es que había confianza para transitar sola por esos lares.
Mi visita a esos hogares de techos de paja retacados de hollín y paredes de palitos, entreverados con bloques y mezcla de lodo y albarradas de piedra, también tenían un patiecito donde convivían todos los animales domésticos, perros, gatos, gallinas, en ocasiones pavos y gansos que departían alegremente sin mayor problema; y en alguna ocasión la oportunidad de tratar a estas familias, me permitió el acceso a sus hogares, para disfrutar de un vaso de agua fresca, o alguna vez compartir un desayuno dominguero, donde sentados en un butaque o banquillo en torno al fogón, todos esperábamos la salida de las tortillas hechas a mano que se cocinaban en el comal a fuego lento, para preparar un taquito de huevo revuelto con cebolla roja, tomate y cilantro cosecha del huerto familiar. ¡Qué recuerdos de escenas tan inolvidables!, sin embargo también evoco con tristeza los días posteriores de aquella visita, en que mis alergias se dispararon y la tos y carraspera se adueñaron de mi salud por unos días, donde ni lejanamente reparé en que esos estragos generados, hubieran sido causados por unas horas de permanencia en ese hogar, donde la fogata estaba al interior de la vivienda y todos los tóxicos que emanaban de ésta, lógico los respirábamos.
Estoy segura que Octavio y Patricia (su esposa), tienen el reconocimiento y respaldo de muchas familias que cuentan ya en sus hogares con estas estufas ecológicas. Así mismo, considero que es importante que nosotros como ciudadanos, nos permitamos ver un poco más allá de lo que parece ser cotidiano o llevado a cabo por usos y costumbres, sobre todo en cosas que causan severos estragos en nuestra sociedad, con la finalidad de buscar propuestas propositivas y creativas que nos permitan mejorar las condiciones de nuestro estado.
Esta editorial está dedicada a todas esas personas que tienen la visión, la sensibilidad y el interés por hacer de Quintana Roo y México un lugar mejor para vivir.
Soy su amiga Patricia Sánchez Carrillo

No hay comentarios: