Por: Juan López
La
designación de René Juárez Cisneros como Delegado del PRI en varios estados
sureños, fue recibida con beneplácito por amplios sectores políticos de
Guerrero. Hubo júbilo social debido a que Juárez Cisneros fue gobernador del
Estado y marcó su régimen con un distintivo especial: durante su administración
no hubo registrado un solo acto de represión de las fuerzas de la vigilancia
contra sectores levantiscos y protestatarios en toda la Entidad y en todo su
sexenio. Se cosecha lo que se siembra. Hoy que regresa con
una comisión
representativa de su partido es aclamado por los priistas que le tienen
confianza y afecto: profesional del diálogo, animal político con estilo y
experiencia.
Sin
embargo en la sopa nunca falta una mosca. Entre los convidados, abriéndose paso
para estar a un lado en la foto, seco y agrio… ¿qué hace Rubén Figueroa Alcocer
en la ceremonia en un acto de purificación y renovación del tricolor en
Chilpancingo? ¿Quién lo solicita para que enturbie el evento? El ex gobernante que salió por la escalera
de escape, después de estar como principal autoridad estatal, involucrado en el
genocidio de Aguas Blancas, ignora acaso que dicho acontecimiento luctuoso fue
suficiente para desterrarlo de la política militante y que, su ausencia en
estos encuentros políticos, donde los ciudadanos quieren limpiar de criminales su ejercicio electoral, es una
necesidad obligatoria para no ensuciar al partido de impunidad, despotismo,
criminalidad y abuso. Y que los caciques delictivos –como él-, en vez de pagar
sus excesos y arbitrariedades con una condena penal, andan muy orondos
presentándose como la vieja guardia de un PRI que parece resistirse a
innovarse, modernizarse y hacerle justicia al pueblo. El llanto de las viudas,
prevalece.
Si el
arribo de René Juárez se deslució recientemente en Chilpancingo fue por la necedad de
Figueroa Alcocer por acaparar los reflectores públicos y postrarse en la
fotografía como un ente inevitable, al cual el PRI debe apapachar, reconocer y
darle escenario para que pose como una criatura política que enriquece los
sectores políticos de Guerrero. Ningún crimen olvidan los parientes. Cierto. Si
en algo perjudica la presencia de Figueroa en el PRI es en mucho. Y lo que más
extraña es que nadie, ningún hombre ni mujer, se atreva a solicitarle que
abandone el lugar porque a la sociedad no se le olvidan los 17 campesinos emboscados
y asesinados a mansalva en Aguas Blancas en el año de 1995, por las élites
uniformadas del Gobierno del Estado que entonces encabezaba el señor Figueroa.
Los
acontecimientos de esa fecha no son causa de olvido colectivo. Fue una masacre
que no recibió castigo. Fue un hecho negro en la historia de Guerrero y los
priistas en memoria de los fallecidos no deben permitir que el principal
villano de aquella infausta tragedia, venga a pasearse e involucrarse en las
actividades políticas del PRI: de un PRI que quiere sacudirse su mala fama de
autoritarista, de violento y acabar con los recuerdos trágicos de cuando fue
opresor y antidemocrático.
Todo
estaba bien. El PRI se prepara para el año próximo 2015 en que las elecciones,
competidas y reñidas, resolverán la sucesión gubernamental de gobernador, alcaldes y diputados. Todo
estaba bien, hasta que apareció en el presídium el nefasto heredero de un aurea
nefanda de sangre y corrupción. Mal
empieza el PRI con estas exhibiciones de su peor pasado.
El PRI debe orientarse
hacia las nuevas generaciones. Hombres y mujeres jóvenes que tengan interés en
mejorar las condiciones sociales de Guerrero y echar por la borda con fuerza y
valor a estos esperpentos que traen con su visita, toda la crónica de un pasado
mortuorio y asesino. El PRI nuevo que reclamamos debe ser renovador,
ideológico, emprendedor, identificable con las necesidades de los pobres, benefactor y no pocilga del erario público,
donde se han enriquecido familias como los Figueroa.
PD:
“Guerrero es Entidad geográfica e histórica, no confundirla con un basurero”:
Juan de la Cabada.
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