domingo, 13 de octubre de 2013

Oda a Acapulco: ¿Dónde Estabas Dios…?

Por: Juan López

Acapulco, destartalado inmueble. Dicha extraviada.  Ciclón. “Manuel”. Azote. Volvieron a ser arrasados tus carrizos. A quien etiquetar como culpable. A cuántos pedirles cuentas.     
                                                                              
Decir que Zeferino babeaba de contento cuando autorizó los planos donde el desastre se llevó a cabo, crees Acapulco que esto aplaque la impotencia del pueblo.

Casas ARA, Homex, Geo Carabalí, escrituraron tu cementerio. Hienas sedientas construyeron cubiles, para que tus cachorros sufrieran su purgatorio. Roedores pardos, sapos grises, alimañas…  

                                                                                                                              
En cobarde silencio vimos crecer al demonio en tus humedales. Desgarrado por los estragos. Sumido en la orfandad. Balbuceando estertores. Acapulco, tienes aspecto de calamidad.


La rapiña fue, una intentona de robo famélico. Excusa de la necesidad. Instinto, no conducta de sobrevivencia. Cuando los intestinos  gruñen  es insolvente el alma.

Por ello, el centinela se abstuvo de perseguir a las multitudes que como las arrieras cargaban a lomo el inventario de Oxxo,  Costco y Sams Club: paté con trufas, pantallas de plasma, aparatos digitales, sardinas en lata, perniles de jamón, pollos rostizados, almejas y calamar, abulones en salmuera, filetes, anchoas y hortalizas al alto vacío, cristalizadas que se comen pero que no se disfrutan, que saben a pasto seco.

Dios Santo,  inauguraste el paladar de los pobres. Dime cuándo  los convidados del olvido, los desarraigados, habían comido ahumado un ostión.  Tal vez ahí se concibieron la diarrea, el brote del cólera, las enfermedades gastrointestinales que surgieron de pronto en la comarca.

Y, pese a todo, aún te quiero Acapulco, como se ama a un cariño moribundo. Como se adora al Hijo Pródigo que retorna al nidal de la familia, retroalimentado de la experiencia y el desdén. Como se tolera  un vicio, se acepta  una tara perpetua y se convive con un enigma.

Por lo mismo no culpes a tus pobres. Nunca olvides que eres, índole del país del Fobaproa. Si rescataste a tus banqueros de su quiebra dolosa, no tienes ninguna autoridad moral para señalar de vándalos a tus montoneros. Tu honra está marchita. Tu voz carece de eco. Tu asombro es faramalla. ¡Cállate!: No azuces a los mentecatos.

El alba, de la madrugada turbia es luminosa. La vida es como la espiga, florece  pese a todo.

Sí, a mitad del vendaval la piel se eriza. Cuánto pavor puede generar una tormenta. No todos estamos vivos. Un centenar  de almas fueron sepultadas por el desgaje del cerro en La Pintada. H2-O: líquido aniquilante. Húmeda bofetada. El frío, la intemperie, el hambre son penetrantes, gélidas llamaradas, puñaladas aleves. Ya pasó la borrasca. A comenzar de nuevo. La vida germinará aún contra la voluntad de  la naturaleza bravucona.

PD: “El 15 y 16 de septiembre… ¿Mientras llovía, dónde estabas Dios?  Te me perdiste”.

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