Solo quienes vivieron y siguen
viviendo en carne propia el embate desolador de la tormenta “Manuel”, pueden
narrar con marcada exactitud la impotencia que se siente, cuando pierdes todo
de la noche a la mañana y tienen que seguir luchando por la familia para
llevarles de comer, aunque sea pidiendo caridad o tomando lo que no es suyo.
El agua de los días
lluviosos fue devastadora, quizás comparado con otros fenómenos de la naturaleza
ya pasados, con particularidad que en esta ocasión no trajo vientos huracanado
y tardó cuatro días en lugar de horas, como dicen ocurrió con El Tara, el
Biula, el Boris o paulina que se dejaron sentir con más fuerza, porque venían
acompañado de fuertes vientos.
De por si, el panorama es
desolador desde el inicio de la semana a la fecha en toda la Costa Grande, pero
más crítico se torna el tiempo por el poco apoyo de las autoridades que no han hecho
su trabajo en beneficio de todos, pues hay que tomar en cuenta que Guerrero lo
conforman las siete u 8 regiones y no nada más Acapulco, ni Chilpancingo y
menos Zihuatanejo donde dicen van a enviar programas de ayuda emergente y hasta
con la creación de empleos temporales.
Nadie puede decir que la
Costa Grande se encuentra abandonada, simplemente comentamos que el apoyo no
fluye de acuerdo a la magnitud del problema, que ojalá se agilicen los
mecanismos porque la falta de servicios y de alimentos puede provocar una
situación más grave que la de los grupos organizados, que con razón o sin ella
han dado fuerte dolor de cabeza a las instancias de gobierno en su con junto,
digánse policías comunitarios, maestros cetegistas o jóvenes insurrectos,
porque cuando la familia pide de comer, se le tiene que llevar no importa cómo
obtener los alimentos.
Señores autoridades, la
Costa Grande también es México y a dado mucho aporte a la creación de este gran
país, por eso no la abandonen ahora que gran
parte de sus hijos están en desgracia.
Un cereal, tampoco las cajas
de mango ni de plátano, mitigan el hambre, por muy de buen corazón con que se
actúe.
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