Por:
Juan López
En el
establo de la burocracia existen ejemplos de funcionarios, tan empedernidos,
amorosos del presupuesto, que han rebasado generaciones y remontado siglos, sin
haberse jamás destetado de la nómina. La familia Figueroa hace cien años
detentaba ya los oficios de mangonear territorios tan hostiles al progreso y la
modernidad que, sus parcelas no se abarcaban con la vista y había que
trasnocharse para reconocer el ganado propio y suponer los límites de sus
dominios. Fueron carrancistas, cuando Francisco I. Madero capituló por
instrucciones del asesino Victoriano Huerta, como fueron porfiristas,cuando el
oaxaqueño tripuló la Nación por más de treinta años. También fueron
obregonistas cuando el sonorense se apropió del poder y profesaron el priismo
desde que Plutarco Elías Calles institucionalizó la revolución por medio del
PRI. Fueron cardenistas, camachistas, alemanistas, ordacistas, echeverristas.
Para que seguirle: siempre estuvieron sirviendo al gobierno en lo que mejor
sabían y podían: gobernar Guerrero y saquear sus riquezas por los siglos y los
siglos…Amén.
Sin
embargo hay que ser justos. Rubén Figueroa Figueroa fue otra cosa. Dejó a la
posteridad, obras como el Parque Papagayo, la Casa de la Cultura de Acapulco,
el Zoochilpan capitalino, la Casa Guerrero, el Conjunto Jacarandas y así, una
infinidad de beneficios sociales de los que aún disfrutan las nuevas
generaciones. Figueroa Figueroa tenía en sus venas el espíritu juarista. Solía
afirmar que si Don Benito había separado la Iglesia del Estado, había creado el
Registro Civil, había fundado el Gobierno Laico y había derrotado la ocupación
extranjera, todo gobernante tenía la obligación de hacer por su pueblo las
acciones que justificaran su paso por la responsabilidad mayor de una
gubernatura.
Pero… En
esta época de mercaderes ayunos de heroísmo, estamos invadidos de rumiantes y
acémilas que ven la nómina como un pesebre donde pueden saciar su insaciable
apetito. El presupuesto y sus organigramas tienen para ellos una atracción con
la que multiplican sus bienes y sus deseos. Colocan en la lista de ralla a la
familia, a sus choferes y a sus malqueridas esposas, a sus hijos y entenados y
hasta a sus hermanastros, a toda la legión que les sirve de comparsa:
alcahuetes, soplones y rufianes.
Pero… por
el bien común, por los satisfactores sociales y la educación y salud del
pueblo, están marchitos de no hacer nada. Algunos por holganza, descuido e
indolencia, otros por descarada incapacidad. Cómo pedirle peras a Armando Ríos
Piter, a Sofío Ramírez Hernández, a Ramiro Ávila Morales, a Claudia Ruiz
Salinas, a Héctor Apreza Patrón, a Napoleoncito Astudillo -cámbiate de nombre
muchachito: Napoleón era grande, sublime, inteligente-. A tanta piltrafa que
medra en los diferentes estratos del erario.
Estos
personajes aquí descritos no ven el servicio público como una oportunidad de
mejorar las condiciones políticas de su pueblo, sino como la caja de auxilios
para sus menesteres y caprichos, para sus componendas, vicios y rufianadas. Y, no tienen remedio.
La
voluntad ciudadana depositada en las urnas para llevarlos al poder público les
interesa por cuanto puedan enriquecerse en el cargo y lo que logren acarrear
para su familia y sus allegados, definiendo con suma presteza los caracteres de
esta posdata:
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