Hubo un tiempo en que ser candidato del PRI
era igual a ser gobernante de tal o cual Entidad. La democracia modificó dicha
cláusula. Hoy, pese a la popularidad, capacidad y experiencia política de
Fermín Alvarado, no deja de ser simplemente un candidato por el PRI a la
presidencia municipal de Acapulco. En un escenario de gran competitividad
electoral, otros partidos tienen también precandidatos que pueden con sus
atributos públicos, ser elegidos por los electores el día de los comicios.
La ventaja en este caso es de los
ciudadanos. Nunca quizá hemos tenido en Acapulco la oportunidad, como en estas
votaciones de elegir a uno, entre los varios candidatos, que sume con tanta
veracidad social, los anhelos de los acapulqueños por proseguir con el ritmo de
trabajo, en obras y servicios, que nos son benéficos para el municipio.
Fermín Alvarado es el tema editorial de este
artículo, por ser el único de los candidatos oficialmente anunciado por su
partido, como triunfador en la encuesta que lo determinó;
Mientras el resto de
los participantes esperan convenios y acomodos internos de sus intereses e
instituciones, sin dejar de anotar que el PRD y ex Convergencia tienen lo suyo
en cuanto a personalidades de buena fama pública que se disputan la nominación
en lo interno o en vías de coalición: David Jiménez Rumbo, Evodio Velásquez
Aguirre y Luis Walton Aburto, los más visibles y los más importantes en el
ánimo público.
En las actuales condiciones sociales,
políticas y económicas para ganarse el voto de la población, el triunfador al
final de la jornada será Acapulco. Los abanderados deben proponer desde ya,
soluciones de interés general. Hablar en serio a la sociedad. No jugar con
mentiras. No abusar con la paciencia ciudadana. Mantener los pies en la tierra
y no soñar con ofertas políticas que estén fuera de la realidad y capacidad de
la autoridad municipal. El mejor resultado es el que se sustenta en la razón y
en la verdad
La utopía electoral es un ingrediente
saludable en la política siempre y cuando se utilice sin abuso. Muchos de los
problemas urbanos y sociales que en Acapulco padecen desatención, tienen
solución si despertamos en nosotros y en la autoridad, la voluntad política que
se ocupe de ellos. No podemos negar que el atraso y el subdesarrollo que
subsiste en nuestras comunidades, se debe en mucho a la indolencia de la que
hemos sido obsecuentes practicantes, pasivos silentes y de tolerancia mediocre.
Cualquiera que sea el elegido por las
mayorías electorales, Fermín Alvarado u otro, nada podrá hacer por Acapulco si
además de la copiosa votación que requiere para legitimar sus acciones y su
programa de trabajo, no conlleva como un valor agregado, la colaboración
intrínseca de los acapulqueños que esperamos y anhelamos un hábitat superior
para el Acapulco de nuestras nuevas generaciones.
Las elecciones del 1º. de Julio son un
trámite jurídico que se cumple para que el poder político tenga total
legalidad. El pueblo a través del voto ciudadano otorga al gobernante que
recibe la mayoría sufragante, la fe pública que necesita para que como nuestro
apoderado ejerza la autoridad en nuestro nombre y representación. Con esta
norma hay que endosarle también la confianza, la libertad, el afecto y la
seguridad, de que sabrá hacer de Acapulco, nuestro hogar colectivo: ciudad de
nuestros intereses sagrados, sede de nuestras familias y epicentro de la
voluntad de amar de todos sus hijos.
Si al concluir en Julio los trámites
electorales y el periplo proselitista Fermín Alvarado alcanza la suma de
mayoría requerida para la gobernabilidad de Acapulco, el indicador será de un
buen indicio para los próximos tres años de gobierno en nuestro municipio.
PD: “Qué fácil es gobernar. Sólo hay que
hacer lo que el pueblo mande”: Pericles.