Por:
Juan López
El techo de la ambición es el cielo, afirmaba
Lao-Tse en la milenaria china, cinco siglos antes de que en Galilea apareciera
Jesucristo. Es decir, no es nueva la aspiración interior, del alma, del corazón
y la billetera, por alcanzar cumbres políticas superiores, desde donde el
horizonte pueda verse a nuestros pies como una promisión de dominio y
sometimiento.
Mario Moreno Arcos es por segunda ocasión
alcalde de Chilpancingo. Le queda chico el escritorio. Cree, piensa, que merece
mejores condiciones políticas para realizarse. Por ejemplo la gubernatura.
¡Que, entonces se aplacará!, eso ni Dios lo sabe. El hombre es terco. Apetitos
indescifrables lo dominan. No es su culpa: él es un objeto sujeto a los vaivenes
de la política. Si el destino le depara nuevas aventuras, quién es él para
resistirse.
Por supuesto que se trata de un lugar
común: máxima de quienes anteponen todas sus virtudes, por muy dignas que sean,
a los vicios del poder.
Por ello Mario acude presuroso al Grupo
ACA: diserta y aventura palabras futuristas. Está en sus proyectos ser el
candidato que pudiera sustituir al actual gobernador. Corre a Zihuatajeno donde
contadores organizados, estudiantes ladinos y empresarios ventajosos se lo
comen con los ojos. Visita regiones, acude a comunidades, frecuenta grupos y
organizaciones. Es ajonjolí de todos los moles y atolito de cualquier dedo.
Ha empezado a pisar sobre terrenos minados:
el campo de las promesas. No se ha percatado que la gente ya no quiere obras ni
servicios, sino ofrecimientos, y entre más increíbles, mejor.
A veces se le olvida que fue electo para
administrar Chilpancingo. Porque resulta que con frecuencia lanza su red a la
comarca de los 64 mil kilómetros cuadrados que se llama Guerrero.
Sin embargo su sueño es legítimo, hasta
donde el presupuesto municipal no sea la fortaleza de su candidatura. Como edil
tiene obligación legal y moral. Como pre-candidato, ha sucedido, que las
circunstancias se suavizan y los deberes se ablandan y muchos, han sido los
políticos, débiles y menguados que han pecado en la disponibilidad de lo que no
es suyo.
Mario está
un paso de la frivolidad más traicionera: adelantarse demasiado,
distraerse de sus funciones municipales para encarrilarse en una hipótesis que
también puede convertirse en espejismo. Claro que tiene muchos aduladores que
exaltan sus acciones y sus errores, pero este fervor personal, no es suficiente
en el llenado de urnas, por una ciudadanía arisca y muy difícil de convencer
con palabras, rollos y
juramentoselectorales.
Ser o no ser, es la cuestión: ser
presidente municipal de Chilpancingo o precandidato del PRI.
PD: “No por mucho madrugar, amanece más
temprano”: Refrán.