Para garantizar la seguridad alimentaria y afrontar aumentos de precios, cada país debería dotarse de reservas que cubran entre una semana y un mes de sus necesidades, sugiere el director de la FAO
París. Agosto del 2012. (Fuente: EFE). ─ El
director de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), José Graziano da Silva, está a favor de que los países
constituyan reservas nacionales de alimentos de base para garantizar la
seguridad alimentaria frente a situaciones de escalada de precios.
“Para garantizar la seguridad alimentaria y afrontar aumentos de precios,
cada país debería dotarse de reservas que cubran entre una semana y un mes de
sus necesidades”, señala el brasileño Da Silva en una entrevista publicada por
el diario francés Le Monde.
Justifica esta medida en que todas las proyecciones de la FAO apuntan a que
“los precios agrícolas van a seguir elevados y tendrán una gran volatilidad en
los diez próximos años”.
Frente a la situación actual de altos precios de productos como el maíz y
el trigo, pide “más flexibilidad” y que se deje de utilizar el maíz o las
oleaginosas para producir biocarburantes y se dirijan así al aprovisionamiento
alimentario.
Preguntado sobre si hay que acabar con las políticas en favor de los
biocombustibles, señala que no porque harán falta en el futuro, cuando se hayan
desarrollado los de “segunda o tercera generación”, productos que no se basen
en cereales y no compitan con los cultivos alimentarios.
Pone la iniciativa surcoreana de instaurar un impuesto a las transacciones
de futuros y a los de productos derivados como ejemplo para luchar contra la
especulación de corto plazo, con ventas de contratos que se han comprado el
mismo día.
“Ése es el tipo de especulación que debemos evitar en periodos como el que
vivimos. El objetivo no es intervenir en los mercados, sino imponer una cierta
disciplina a los comportamientos especulativos”, argumenta.
En cualquier caso, subraya las diferencias entre la situación actual y la que
se dio en 2007-2008, cuando se produjeron los llamados “disturbios del hambre”
en muchos países.
En primer lugar, entonces la causa de la crisis fue la fuerte demanda
asiática y ahora han sido una serie de malas cosechas y las consecuencias de la
grave sequía en Estados Unidos.
Da Silva insiste en la necesidad de que los países donantes sigan
manteniendo su ayuda alimentaria a los pobres, pese a la crisis, y en que a
largo plazo se trata de favorecer la agricultura de subsistencia y el acceso a
los mercados locales para los pequeños productores.