Juan Lopez
Impresionante la ceremonia presentadora de
la maqueta de lo que será el nuevo aeropuerto de la capital conurbana
metropolitana. Los arquitectos Norman Foster y Fernando Romero suman prestigio
e imaginación.
Los trabajos son titánicos: millones de
horas hombres, parque vehicular, máquinas, ingeniería civil, ríos de billetes
resolviendo toda clase de imprevistos, en una terminal aérea que al final debe
funcionar perfectamente.
El entusiasmo puede omitir necesidades
básicas. Foster y Romero ya integraron a la obra una cisterna también de
enormes dimensiones que recoja por canaletas agua llovida por un mínimo de un
millón de metros cúbicos, para paliar el estiaje tan severo en estas latitudes.
Pregunto.
En tan vasta extensión de hectáreas, sería
un desperdicio que no se aplicaran procedimientos hídricos para captar el agua
de lluvia y no tener que subirla al
altiplano desde ríos a 500 kilómetros de distancia. Advierto: dentro de 50 años
sólo vamos a bañarnos cuando llueva.
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