EE.UU. agosto del 2012. (Fuente: NCYT). Aunque muchas áreas del cerebro humano están
dedicadas a tareas sociales tales como evaluar a otra persona, un nuevo estudio
ha encontrado que hay una pequeña región del cerebro que maneja información
asociada sólo con las decisiones durante interacciones sociales de ciertas
clases. Específicamente, esta región se activa cuando encontramos un oponente
importante y decidimos si engañarlo o no, como por ejemplo en el transcurso de
un juego que requiera astucia y ocultar las emociones.
Un equipo de investigadores de la
Universidad Duke en Durham, Carolina del Norte, en Estados Unidos, examinó el
cerebro de voluntarios mediante resonancia magnética funcional por imágenes
mientras jugaban al póquer contra otras personas o contra un ordenador.
Usando algoritmos informáticos para
desentrañar qué cantidad de información estaba procesando cada área del
cerebro, el equipo de investigación encontró que sólo una región cerebral, la
unión temporal-parietal, manejaba información que era exclusiva de la toma de
decisiones contra el oponente humano.
En algunas manos de póquer, los sujetos
de estudio contaban con cartas pobres y eran conscientes de su situación de
inferioridad frente a su oponente. En tales casos, los investigadores probaron
a captar señales cerebrales del sujeto en cuestión, a fin de ver si se
generaban en su cerebro señales que delatasen que se disponía a lanzar un farol
para intentar engañar a su adversario.
Los investigadores constataron que
determinadas señales cerebrales, en la unión temporal-parietal, ciertamente
delataban si el sujeto iría pronto de farol contra un oponente humano, sobre
todo si a éste último le consideraba un oponente hábil. Sin embargo, y esto es
revelador, al jugar contra un ordenador, las señales en la unión
temporal-parietal no predijeron las decisiones del sujeto.
El equipo de McKell Carter y Scott
Huettel observó que, en general, los participantes prestaban más atención a su
oponente humano que al computerizado mientras jugaban al póquer, lo cual
concuerda con la actitud social normal que cabe esperar de alguien cuando
interactúa con otra persona.
Un mejor conocimiento sobre cómo el
cerebro actúa al identificar a un competidor o un colaborador importantes
servirá para profundizar en fenómenos sociales como la deshumanización o la
empatía, tal como apunta Huettel.
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