Un auge récord de los cultivos transgénicos puede llevar a Brasil a
pelearle a Estados Unidos el liderazgo global en esos productos, pero abre
nuevas dudas sobre cómo el país fiscaliza el fenómeno, sostienen expertos
Río de Janeiro. Marzo del 2012. (Fuente: BBC Mundo). Brasil es
considerado hoy el segundo país del mundo con más cultivos transgénicos,
después de superar a Argentina en 2009 y registrar el mayor crecimiento global
de esas plantaciones durante tres años seguidos.
Este boom parece haber colocado a Brasil en una etapa posterior al gran
debate sobre su modelo de agricultura y, según expertos, plantea al gigante
sudamericano el reto práctico de vigilar un mercado agrícola y alimenticio en
constante cambio.
“Sin duda significa un desafío y Brasil no está preparado para esta
expansión de los transgénicos”, dijo a BBC Mundo Adriana Charoux, investigadora
del Instituto brasileño de Defensa del Consumidor (IDEC).
Estados Unidos es el mayor productor mundial de cultivos transgénicos,
con 69 millones de hectáreas plantadas en 2011, según el Servicio Internacional
para la Adquisición de Aplicaciones Agrícolas en Biotecnología (ISAAA, por sus
siglas en inglés).
Brasil alcanzó 30.3 millones de hectáreas plantadas, un aumento de 20
por ciento respecto a 2010, y se convirtió en el “motor” del crecimiento
mundial de esos cultivos, indicó el mes pasado esa organización no
gubernamental.
Clive James, presidente de ISAAA, sostuvo que Estados Unidos mantiene
una diferencia muy grande frente a otros países en esta materia, pero dijo que
Brasil reduce “rápidamente” la brecha y en el futuro puede cerrarla.
“Le llevará un tiempo, pero creo que la voluntad política está ahí y que
el objetivo es aumentar la productividad a través de la biotecnología.”
A su juicio, el auge brasileño se debe al modelo de rápida aprobación de
semillas que hay en el país y a flujos de tecnología creados para apoyar el
crecimiento, con “alianzas” entre los sectores público y privado.
Los tres principales cultivos transgénicos en Brasil son la soya, el
maíz y el algodón, pero en el país ya se busca el desarrollo de nuevos
productos como la caña de azúcar genéticamente modificada.
Hace unos días, una empresa anunció que este año comenzará a
comercializar en Brasil un maíz con cinco genes modificadores diferentes, una
novedad en el país.
La compañía Dow Agrosciences, con sede en Estados Unidos, declinó
informar sobre los motivos de este lanzamiento en el mercado sudamericano ante
una consulta de BBC Mundo.
“No hay problemas”
“Es un mercado muy dinámico y cada año hay una novedad”, dijo José
Carlos Cruz, experto en maíz y sorgo de la Empresa Brasileña de Investigación
Agropecuaria (Embrapa), vinculada al Ministerio de Agricultura.
Cruz señaló a BBC Mundo que 70 por ciento de las semillas de maíz
vendidas actualmente en Brasil son transgénicas, un cambio radical respecto a
39 por ciento registrado en la zafra 2009/10. Y estimó que pronto se alcanzará
85 por ciento.
A su juicio, el cambio se debe a las ventajas que el cultivo de maíz transgénico
ofrece contra la plaga de la lagarta y al aumento de rendimiento que se logra
con esas semillas.
Sin embargo, admitió que la productividad de un cultivo transgénico es
similar a la de cultivos convencionales aunque “hace que no se pierda con el
ataque de plagas”.
Cruz sostuvo que el gran debate en torno a los transgénicos “acabó” con
la opción que han tomado quienes deciden cultivarlo pese a que las semillas
modificadas genéticamente sean más caras.
“En términos prácticos ya no hay problemas, aunque siempre habrá un
grupo intentando impedirlo, pero el productor es el que define eso, y ya
definió.”
“Falta información”
Sin embargo, Charoux afirmó que “es necesario investigar mucho más para
saber el impacto de los transgénicos”, que en Brasil comenzaron a cultivarse a
fines de la década de 1990.
“Este debate no está planteado de forma transparente en la sociedad.
Falta información del consumidor, educación y estudios científicos
independientes, porque los que están siendo realizados son pagos por los
fabricantes”, dijo la investigadora del IDEC.
Isabelle Geoffroy, una experta en bioseguridad y vigilancia sanitaria de
la Fundación Oswaldo Cruz consultada por BBC Mundo, señaló que Brasil carece de
laboratorios suficientes para analizar todos sus productos transgénicos.
“Además, no tenemos equipamientos que consigan detectar la cantidad de
transgénicos en productos derivados de esos alimentos, como por ejemplo el
aceite de soya”, añadió Geoffroy, que en julio publicó un informe acerca de la
falta de información que hay sobre este tema en Brasil.
A su entender, la situación actual obstaculiza el cumplimiento de una
ley que obliga a identificar con un rótulo para los consumidores los productos
transgénicos que se comercializan en el país.
En referencia a la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad brasileña,
que da su parecer para la liberación comercial de alimentos transgénicos,
Geoffroy dijo que “los intereses políticos y económicos no se deben sobreponer
a cuestiones de salud humana, animal y del medio ambiente”
“Ése es el mayor riesgo para la sociedad”, concluyó.