Por: César Puerta Villagaray
¿Cuáles
son los hechos del presente? Como en todo problema, no todo es historia. Los
sucesos en torno a la masacre de los armenios datan de inicios del siglo XX;
sin embargo sus implicancias se evidencian hasta la actualidad. Así, en el
plano legal, el reconocimiento del genocidio puede traer como consecuencia
exigencias de compensaciones, como ya así lo ha declarado un sector de la clase
política armenia (Partido Dashnaksutyun).
En
el plano académico, la adjetivación de un hecho del pasado, con uno u otro
término, forma parte de los intentos de apropiación de la memoria histórica y
corresponde a la fase final de toda forma de conflicto o guerra. Asimismo, los
académicos como el propio Mann, saben hoy mucho mejor que antes que en el
origen de estas tragedias siempre parecen estar, en la mente de los
perpetradores, dos ideas: la psiquis de la desaparición del pueblo enemigo y la
inexistencia de límites morales contra el prójimo.
Y,
por último, en el plano de la política, este tema no es solo historia, es
política nacional y es realismo político en las relaciones internacionales.
Solo estas consideraciones políticas ayudan a entender la postura de varios
países sobre la masacre de los armenios.
Podemos
ver en Francia, por ejemplo, que la ley que establecía penas y multas para la
negación del genocidio, tuvo su origen en un intento de ganarse la simpatía de
los miles de votantes, pertenecientes a la comunidad armenia en ese país. Y en
Israel, la evasión del gobierno a catalogar de genocidio lo ocurrido en 1915,
es sobre todo una manera de seguir manteniendo armoniosas relaciones con el
gobierno turco, puente geográfico y militar con sus aliados europeos. Ambos
casos, como muchos otros que se podrían mencionar, demuestran como la política
no es ajena a las implicancias de la historia. El pasado no explica totalmente
el presente, sin embargo ayuda mucho a entenderlo.
Esta
historia, como muchas otras, también tiene sus paradojas. ¿Cuáles? Hay que
recordar que en 1909, los denominados Jóvenes Turcos (organización nacionalista
y reformista) habían tomado el poder en el Imperio Otomano. El cual había
estado gobernado -según la óptica de Europa Occidental- por una especie de satrapía
oriental, razón por la cual, el nuevo gobierno fue percibido como una fuerza
modernizadora. No obstante, y aquí una de las grandes paradojas, la masacre de
los armenios fue perpetrada, precisamente, por un gobierno que se presentaba
como portador de la tan ansiada modernidad.