Juan
López
La política no es ya asunto de precaristas.
Han sido rebasados los tiempos en que don Nicolás Román Benítez alegaba con
militantes de la izquierda, sobre la democracia en un jacalón destartalado
donde se carecía de todo: electricidad,
teléfono, agua potable, guaruras, secretarias, papelería. Faltaban hasta
unos pesos para el café que mitigara la soledad de los políticos opositores. Se
compartía la torta, el refresco, los cacahuates…
La adversidad, por azares de la corrupción,
se convirtió en forma y estilo de nómadas que se volvieron sedentarios. La
coperacha para ir a México a entrevistarse con los compañeros del Partido, era
una letanía. Las escaramuzas, los tanteos económicos para que alcanzaran los
viáticos raquíticos, hacían sufrir al más abnegado. Los comunistas abrigaban la
esperanza de arribar al poder para repartir entre los pobres los bienes de la
nación. Los panistas vendían boletos de sorteos en los que rifaban automóviles
en las calles de Acapulco. La pobreza identificaba sus miradas. Ruborizaba
tanta indigencia.
Hoy los balazos a la panista alcaldesa de
Tierra Colorado nos exhiben una camioneta que cuesta probablemente un millón de
pesos. Y no es la única: Carlos Navarrete El Bohemio, de noble corazón y
pequeña cabeza, quien aspira a manejar el PRD nacional, al accidentarse en
Iguala no iba en un patín del diablo ni en una carcacha desvielada. Para su
rutina proselitista se traslada en otra lujosa camioneta, con las mismas
características de las que utilizan los que ya han saldado con el destino su
miseria. Este vehículo blindado tiene un precio colindante con el millón y
medio de pesos. La valiosísima humanidad del perredista debe ser cuidada y
protegida, con dinero de nuestros impuestos. Faltaba más… Los millones de pesos
llegaron a la izquierda, para quedarse. Ya como prerrogativas, como gastos
operativos, como gratificaciones extraordinarias. Lo cierto es que, con
programas económicos repartidos a todos los que participan en el quehacer
público, se ha regulado la política y así es como pactan los verdes con los
rojos, los amarillos con los azules y los ocres con los grises, de tal modo que
todo se reduzca a la rebatiña de los huesos que el poder parte, reparte y comparte.
La austeridad republicana, el sentido de
justicia en toda acción comunitaria, el estricto cumplimiento del deber para
beneficiar al pueblo, es un fundamento
anacrónico que ya no tiene feligreses en esta religión de la mochada, el
diezmo, la mordida y las otras bagatelas que acostumbra el contratismo.
Menciono aquí a una panista y a un
perredista, pasajeros de camionetas de extra lujo, no porque en otros partidos
no exista esta clase de rémoras parasitarias. Obliga poner estos ejemplos, porque
fueron los que mintieron a los electores, haciéndonos creer que solicitaban la
oportunidad de llegar al poder, para corregir todos los desmanes de quienes
habían asfixiado la democracia. Ofrecieron pulcritud, probidad, transparencia y
el más cabal cumplimiento de una doctrina de servicio público. Como el
personaje de Franz Kafka, Gregorio Samsa que una mañana amanece, convertido en
una monstruosa alimaña, igual estos políticos padecieron su metamorfosis: se
transformaron en microbios y arrasaron con
la credulidad ciudadana, lesionando a México.
PD: “No los perdones Señor, porque sí
saben lo que hacen”:
Paráfrasis.
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