martes, 20 de mayo de 2014

Las Camionetas

     
                                                                                        Juan López

    La política no es ya asunto de precaristas. Han sido rebasados los tiempos en que don Nicolás Román Benítez alegaba con militantes de la izquierda, sobre la democracia en un jacalón destartalado donde se carecía de todo: electricidad,  teléfono, agua potable, guaruras, secretarias, papelería. Faltaban hasta unos pesos para el café que mitigara la soledad de los políticos opositores. Se compartía la torta, el refresco, los cacahuates…

    La adversidad, por azares de la corrupción, se convirtió en forma y estilo de nómadas que se volvieron sedentarios. La coperacha para ir a México a entrevistarse con los compañeros del Partido, era una letanía. Las escaramuzas, los tanteos económicos para que alcanzaran los viáticos raquíticos, hacían sufrir al más abnegado. Los comunistas abrigaban la esperanza de arribar al poder para repartir entre los pobres los bienes de la nación. Los panistas vendían boletos de sorteos en los que rifaban automóviles en las calles de Acapulco. La pobreza identificaba sus miradas. Ruborizaba tanta indigencia.

    Hoy los balazos a la panista alcaldesa de Tierra Colorado nos exhiben una camioneta que cuesta probablemente un millón de pesos. Y no es la única: Carlos Navarrete El Bohemio, de noble corazón y pequeña cabeza, quien aspira a manejar el PRD nacional, al accidentarse en Iguala no iba en un patín del diablo ni en una carcacha desvielada. Para su rutina proselitista se traslada en otra lujosa camioneta, con las mismas características de las que utilizan los que ya han saldado con el destino su miseria. Este vehículo blindado tiene un precio colindante con el millón y medio de pesos. La valiosísima humanidad del perredista debe ser cuidada y protegida, con dinero de nuestros impuestos. Faltaba más… Los millones de pesos llegaron a la izquierda, para quedarse. Ya como prerrogativas, como gastos operativos, como gratificaciones extraordinarias. Lo cierto es que, con programas económicos repartidos a todos los que participan en el quehacer público, se ha regulado la política y así es como pactan los verdes con los rojos, los amarillos con los azules y los ocres con los grises, de tal modo que todo se reduzca a la rebatiña de los huesos que el poder parte, reparte y comparte.

    La austeridad republicana, el sentido de justicia en toda acción comunitaria, el estricto cumplimiento del deber para beneficiar al pueblo, es un  fundamento anacrónico que ya no tiene feligreses en esta religión de la mochada, el diezmo, la mordida y las otras bagatelas que acostumbra el contratismo.

    Menciono aquí a una panista y a un perredista, pasajeros de camionetas de extra lujo, no porque en otros partidos no exista esta clase de rémoras parasitarias. Obliga poner estos ejemplos, porque fueron los que mintieron a los electores, haciéndonos creer que solicitaban la oportunidad de llegar al poder, para corregir todos los desmanes de quienes habían asfixiado la democracia. Ofrecieron pulcritud, probidad, transparencia y el más cabal cumplimiento de una doctrina de servicio público. Como el personaje de Franz Kafka, Gregorio Samsa que una mañana amanece, convertido en una monstruosa alimaña, igual estos políticos padecieron su metamorfosis: se transformaron en microbios y arrasaron con  la credulidad ciudadana, lesionando a México.            
                                                 
     PD: “No los perdones Señor, porque sí saben lo que hacen”:                Paráfrasis.


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