Por: Juan López
Existe en
la judicatura y la vigilancia la figura de la prescripción. Procedimiento que
consiste en la revocación de una acusación penal. Después de un determinado
período de tiempo, quedan canceladas las posibilidades de llevar a juicio al
autor material e intelectual de un hecho delictuoso. Amnesia derivada de la
omisión judicial.
Dentro de
las afectaciones jurídicas creo que sólo el genocidio no prescribe. Y ello por
tratarse de un crimen masivo y de resolución internacional. Después de
veinticinco o treinta años de no ser aprehendido ni castigado el homicida puede
alegar la prescripción de su causa. Esto en tratándose de un delito grave,
menos cuando la ley persiga a un infractor civil por comisiones de daños en
propiedad ajena o, cualquier otra responsabilidad de tipo administrativo o de
gobierno que no haya sido juzgada.
Todos
sabemos en Acapulco que fue Zeferino quien autorizó, cobró y alentó las
inversiones y desarrollos en los humedales de Granjas del Marqués, Cayaco, Tres
Palos y Llano Largo, que hoy sufren el flagelo de los ciclones, pero fue hace
más de una década -2000-2002-, suficiente lapso para encubrir cualquier
anomalía cometida por torpeza, inequidad o espíritu malhechor. Los tribunales
no tienen memoria.
Los
malévolos y perversos oyen a lo lejos
cómo el rumor popular clama porque se
enjuicie a quienes vendieron el pantano y la Ciénega. Saben que sus crímenes por
impunidad no van a sufrir el mínimo castigo. Acogidos al beneficio de la indulgencia
del tiempo, no van a padecer persecución ni causa penal. Son forajidos por los
cuales el tiempo se lava las manos. No existe acusación alguna. Están exentos
de culpa.
De qué
serviría un Tribunal Moral: ¿Para acusar y señalar a gente que carece de
vergüenza? Para decirles tunantes a
quienes se embolsaron millones de dólares y saben que en esta sociedad sólo el
dinero cuenta como puerta de divisa. Lo más prudente será corregir lo que
físicamente tenga enmienda. Mejorar los cauces fluviales obstruidos por la
dejadez de los vecinos. Desazolvar los canales de salida y desalojar a quienes
interrumpen el tranquilo deslizamiento de las aguas.
Sólo la
muerte y los sinvergüenzas no tienen remedio. Nadie endereza a un jorobado.
Enjuiciar a Zeferino que carga al hombro el manto del olvido, la simulación y
la prescripción de su delincuencial conducta, es ocioso. Cuánta pena nos causa
que por la prescripción, no se haya podido enjuiciar ni siquiera a Antonio
López de Santa Anna.
Debieran los delitos de lesa humanidad tampoco ser
objeto del olvido… Los que dañan al pueblo, los que matan con la lluvia. Pero,
Zeferino sabe que las leyes no son retroactivas y por lo tanto su conciencia y
su felicidad nadie va a interrumpírselas.
PD: “Malditos lo que con sus obras traicionan al
pueblo”: Benito Juárez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario