Juan López
La Mesa
Directiva del Congreso del Estado fue conferida al PRI y los priistas decidieron
que fuera Verónica Muñoz Parra quien se
ocupara de sus deberes. Esto, se logró
después de un zipizape político en el que midieron fuerzas e intereses los
principales camorreros de la actual Legislatura. No fue un acuerdo fácil, sino
una vencida de rudos contra rudos.
La ocasión
nos da conjeturas necesarias. El Congreso local es una de las instituciones
políticas de Guerrero más atrasadas. A los presidentes de Comisión y a los
jefes de gobierno orgánico los designan los partidos y las más de las veces,
los caciques que tienen peso político dentro de las bancadas. Opina Figueroa el
de Aguas Blancas, por ejemplo.
Cómo es
posible que la doctora Verónica, una diputada por cuota plurinominal presida
uno de los más importantes órganos legislativos y Ricardo Taja, quien ganó su
Distrito y venció a la oposición en las urnas con votos reales y legitimidad
electoral, se le margine.
Este tipo
de preferencias políticas son comunes en África, continente con amplio rezago
electoral y social, pero no deben ser rutina en pueblos como el de Guerrero que
se jacta de pionero parlamentario con aquello del Primer Congreso de Anáhuac.
Los
políticos nos abruman con discursos y proclamas que únicamente esconden lo
anacrónico de muchas rutinas y
procedimientos que, por haber sido durante décadas normas parlamentarias, siguen
usándose aunque ya no garanticen equidad, justicia ni democracia.
Nadie
entiende por qué veintiocho diputados electos en urnas, que realizaron campaña,
ganaron la elección y fueron certificados por el Instituto Estatal Electoral,
recibieron constancia de mayoría y fueron nominados diputados electos, se dejan
mangonear por unos advenedizos, diputados plurinominales, que se abrogan la
Comisión de Gobierno, la Mesa Directiva y los principales órganos de control
del Congreso, desplazando a los verdadero
legisladores populares de la dirección y del mando de la institución.
Hace falta
en Guerrero y en todo el país que, los auténticos representantes del pueblo,
los diputados que triunfaron y
fueron votados en urnas, asuman la titularidad de los órganos legislativos de gobierno del
Congreso y ellos sí, marginen a tanto simulador que no luchó por el voto, no
hicieron campaña ni se sofocaron convenciendo al elector de que lo prefirieran.
Cuando los
diputados dejen de votar por bancada y se instale en las Cámaras una urna para
que cada quien deposite en secreto su voto, entonces iniciaremos la modernidad política en el
país. Hoy los diputados sufragan de acuerdo a indicaciones de su Coordinador
partidista y no cuidando el interés general ciudadano. La política es así un
refugio de malandrines como Figueroa Smutny, como Bernardo Ortega Jiménez,
personajes de la canalla que representan corporativos familiares y negocios
inconfesables de su riqueza personal. Esto, que es común en los gobiernos tribales
de África, en Guerrero, debe acabarse.
PD: “Aprendan a gobernar, el pueblo tiene
prisa”: Anacarsis.
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