Por: Juan López
El destino es una fuerza centrífuga que a
ciertas personas las atropella. Un vértigo aturde el entendimiento. La vorágine
azota con mayor ímpetu a los flojos e indolentes. El ejemplo más fácil es aquel
del pobre quien, en una de esas rachas, se saca la lotería y pasa de indigente
macilento, en una misma mañana, a ser acaudalado sin freno ni rienda para el
derroche y la liviandad.
Esta metamorfosis es común no sólo en
asuntos económicos. En materia política, donde el poder altivo y grosero es
rango superior al de los comunes ciudadanos, la transcultura personal es
también un extravío que se padece a grados que se aproximan al ridículo.
Así fueron gobernantes René y Zeferino:
antípodas, no; más bien
recipientes de una natura
apropiada al subdesarrollo.
Que hombres ignorantes asuman
responsabilidades de gobierno es rutina
en África, Islas Caimán y también aquí, donde la competencia educativa genera
espectros tan deficientes como las “universidades” privadas de Acapulco,
Ayotzinapa y algunos féretros heroicos, el de Lucio Cabañas y Genaro Vásquez,
que se utilizan cual íconos de una lucha, presta a venderse con el primer
gobierno que los soborna. Donde la incultura gobierna los libros se queman y
los hombres sabios están proscritos.
En democracias endémicas es natural que
lleguen al poder los peores, los más charlatanes, los abusivos y los mediocres.
El atraso social, educativo, empresarial,
político, económico y humano, tiene correspondencia con personas como Zeferino
y René.
Ambos no hicieron nada por transformar Guerrero, por convertirlo en un
generador de obras y servicios capaz de reciclar la economía y el desarrollo. Frívolos
e irascibles fueron inhábiles para
lograr con desempeño patriótico, hacer de una Entidad amarga y frustrada, un
Estado productivo, enganchándolo al mercado nacional y orientándolo hacia la
gloriosa pujanza, de una mejor calidad de vida para el pueblo guerrerense.
Infecundos.
Nada hicieron. Seis años de molicie los
desperdiciaron en verba árida y locuacidad estéril, donde ninguna semilla lograron
que germinara en el corazón de la ciudadanía. Parlanchines sin eco ni
auditorios. Generadores de gritos que aturden y no creadores de voces que
orienten, patrañeros, dejaron el poder y se proscribieron en un autoexilio, a
sabiendas que los frutos anodinos de sus regímenes generaban el repudio general
de la población. Ambos huyeron para quedar fuera del alcance de la maldición
popular.
Pocos gobiernos son recordados con tanta
desaprobación. Y aún así, con candidaturas inexplicables, se aprestan
nuevamente a presentarse ante el electorado local, como si no hubieran, en sus respectivos
gobiernos, causado tanto daño político, económico, social, moral, institucional
y humano a esta dimensión histórica, Patria del Sur, que se llama Guerrero.
Cuál es la explicación del PRI y el PAN para
pedir a los ciudadanos que voten por tan desgarradoras figuras de la corrupción.
Por qué ensañarse con los electores olvidando el lastre que fueron y son estos
personajes. La memoria del pueblo los condena. El tiempo no los olvida aunque
debiera ser el olvido el último remedio de sus atrocidades.
Inscribirlos en la boleta electoral, para
que a la hora de la votación, en el supremo instante de la urna, el sufragante
los deseche como lo que son -cascajo indeseable, basura urbana-, es una opción
innecesaria, que se pudo evitar con no aceptarlos como candidatos, por ser una
burla democrática, befa, mojiganga de una pantomima, con la que habrán de pagar
todos sus abusos, arbitrariedades, mezquindades, injusticias y atropellos, con
los que agredieron a los comunidades más indefensas de Guerrero.
La transcultura política es eso: enloquecer
como un briago con el poder de repente. Ir de lo verde a lo podrido sin pasar
por la madurez. Gobernar es una droga cuando sin preparación para el cargo te
ves investido de un alucinógeno que se llama poder, sinónimo que debiera ser de
justicia, igualdad, fraternidad, honestidad y hombría, pero que con estos
embaucadores se vuelve usurpación, vileza moral, estiércol e infinita miseria
humana.
PD: “El que nunca ha tenido y llega a tener,
loco se quiere
volver”. Refrán.
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