En la bella población
de Tecpan donde para las autoridades del lugar no pasa nada, ocurrió algo que en
la práctica no debió suceder, porque se deja al descubierto que las acciones de
gobierno se toman a la ligera y no en base a las necesidades que requiere la
sociedad para salir adelante, en plan armónico al lado de las autoridades.
Resulta que por
ocurrencia de alguien, se determinó no bloquear las calles con la venta de
flores en los pasados “Días de muertos”. Decisión por supuesto aplaudida por
casi toda la población, porque se trataba de cambiar la imagen pueblerina de
una ciudad que vive en constante desarrollo, a grado tal que los autores de esa
notable decisión optaron hasta por castigar los ingresos vía impuestos a las
arcas oficiales del ayuntamiento, para dar paso a la modernidad de lo que
pudiera ser Tecpan en lo sucesivo. Una ciudad a la altura de su gente y de su
permanente dinamismo.
Fue necesario
utilizar la fuerza pública para convencer a los comerciantes a abandonar el
lugar y se instalaran en las afueras del cementerio viejo para que allá
ejercieran el comercio, situación aplaudida por casi toda la población, aunque
con la inconformidad de los que se decían afectados porque no tendrían las
mismas ganancias en aquel lugar poco concurrido para la venta momentánea de sus
productos.
Solo que la acción
duró menos que los efectos de la tormenta Manuel, porque los comerciantes al
ver que no tenían ventas, decidieron regresar a bloquear de nuevo las calles
del centro, porque argumentaban que la medida de la autoridad había sido
unilateral. Es decir que la prohibición de ocupar las calles fue para unos
cuantos, porque para otros, se les permitió instalarse hasta en los corredores
de las casas-habitacionales o en las afueras de los negocios. Por esa sencilla
razón, trataron de bloquear de nueva cuenta las calles que solo por unas
cuantas horas se vieron despejadas para el beneplácito de automovilistas y
peatones.
Las autoridades al
verse rebasadas tuvieron que torcer las manos o recular en este sano intento,
lo que quizás hubiera sido definitivo, si se hubiera planeado con el consenso
ciudadano, para no hacer el ridículo que ahora todo mundo comenta y en el que
solo se demostró, que a capricho y aplicar las acciones de gobierno solo por
ocurrencia, nunca se llega a feliz término.
Lo peor del asunto es
que cuando finalmente se les trató de cobrar el impuesto municipal a los
supuestos afectados, éstos se opusieron y el gane del conflicto fue a su favor,
porque no pagaron y tan es así que les asistía la razón, porque fue tanto el
descontrol de la autoridad municipal que ni siquiera contaban con recibos oficiales
y el cobro en la clásica libreta no fue aceptado por los vapuleados
comerciantes, porque argumentaban que a la mejor ese dinero iría a parar a alguna cuenta
bancaria de alguien en lo personal y no a las arcas del ayuntamiento sumido
actualmente en grave crisis económicas, pero sus funcionarios de primer nivel
percibiendo abultados salarios comparados solo con los que reciben la misma
paga por igualdad de servicios, pero en países de primer mundo con una economía
pujante con constante dinamismo. .
El intento de
reorganizar al comercio ambulante en aquellas poblaciones de gran avance
siempre será bien visto, pero se debe contar con una planeación absoluta para
no quedar en ridículo, de lo contrario dejar las cosas como están, porque si se
trata de ser legalista por parte de la población, sino se cae en la ilegalidad,
como en el caso que nos ocupa, la vendimia callejera es un derecho que
cualquier ciudadano puede ejercerlo, pero bajo
un marco de respeto con las autoridades. Hacer lo contrario se puede provocar un cisma social difícil de controlar,
porque ha quedado demostrado que el ser humano puede aguantar cualquier cosa
menos hambre y pienso que los que ejercen el comercio callejero, practican esa
actividad no por gusto, sino para llevar de comer a la familia de manera sana y
dentro de la ley.