La gallinita de los
huevos de oro/
Por Javier Ugalde/
La gallinita se quedó petrificada de espanto y horror cuando de
los labios de un par de niños de tercero de primaria, escuchó que estaban
jugando al “secuestro”…Si, al “secuestro”, donde ellos aparentemente eran los
malandrines dedicados a privar de la libertad a un tercero, en este caso una
niña de su propio grupo, que se resistía a jugar y ante ello, el par de
chamacos se empeñaban más en tratar de obligarla a participar en semejante
juego.
El asunto es serio, piensa la avecilla, porque habla de que todo
ese asunto de la violencia, de la información que domina en los medios de
comunicación, en los que se da preferencia a las notas de los crímenes
provocados por los sicarios y las mafias, ha permeado ya en las mentes de los
niños, que quizá ni tienen nada que ver sus padres o parientes con la actuación
de los narcos y secuestradores, pero que ya les da los elementos suficientes como
para ponerse a jugar al “secuestro”.
Una cosa así, supone la gallinita, debe prender los focos rojos
y poner no sólo a las autoridades, sino a los mismísimos padres de familia y a
los profesores, a ver qué es lo que ocurre con nuestros niños, valorar de qué
forma estamos actuando y ello qué tanto permite que nuestros niños puedan estar
expuestos a malformaciones mentales de este tipo.
Y es que una cosa es cierta: En este momento puede ser sólo un
juego inocente, que no pase de ser una forma que estos niños han encontrado
para entretenerse o hasta divertirse. Sin embargo, es algo que a la larga
podrían llevar con mayor facilidad y naturalidad al terreno de lo real, de tal
suerte que, en un ambiente en donde parece que la violencia de la delincuencia
organizada no tiene freno ni fin, dar el salto a formar parte de ese mundillo,
puede darse con mucha facilidad, casi de manera natural.
En el juego los niños reflejan lo que perciben del ambiente y de
ahí generan deseos de lo que les gustaría ser y lo normal es aspirar a ser
bombero, doctor, cantante, artista o futbolista. Ahora, parece que esas
aspiraciones tienen otras formas que se han creado a partir de la información
que hay en el ambiente, que puede venir no sólo de los medios de comunicación,
sino también de sus propios padres o gente cercana, ya sea por estar ligada
directamente con este tipo de actividades ilícitas o bien, por exponerse en
exceso a este tipo de información.
Jugar al “secuestro” podría suponer que estos niños podrían
admirar a quienes ejecutan tales ilícitos o sentir como natural el que se actúe
de tal forma, por lo que no sería descabellado pensar que pudiera ya estar
entre las posibilidades aspiracionales de algunos pequeños.
Es obvio que tanto las autoridades, las instituciones, los padres
de familia y hasta los maestros, algo debemos estar haciendo mal, debido a que
los niños se les ocurría jugar a los policías y ladrones, en donde lo normal
era querer estar del lado de los “buenos”, los policías; pero no, ahora el
juego es hacerle al secuestrador, con las implicaciones que ello tiene de
sadismo, dada la forma como este tipo de malandrines tratan a sus rehenes, como
los niños que dieron paso a este comentario de la gallinita, llamaron a la niña
a la que pretendían sumar a su peculiar y preocupante juego.
La espiral de violencia que vive México, y de la cual Quintana
Roo y Cancún no están exentas, estima la gallinita, se ha convertido ahora
hasta en un “juego de niños”, lo cual es en serio un muy mal mensaje de lo que
los mayores estamos dejando y heredando a nuestro pequeñines.
Pero, no pasa por alto la gallinita, los resultados ya los
estamos cosechando, pues ahí ya están la creciente cantidad de adolescentes y
hasta pubertos que ya engrosan las filas de las violentas pandillas o hasta las
de los sicarios de las mafias, las cuales no sólo secuestran, sino que
acribillan y cometen una amplia gama de fechorías criminales.
Tan sólo, concluye la avecilla, al revisar los partes policíacos
de los que se han llegado a mencionar como jefes de bandas criminales
peligrosas y sádicas, es sorprendente como dominan jovenzuelos de 20 ó 22 años.
Si a esa edad ya son los jefes, significa que desde muy pequeños pasaron de
jugar al “secuestro” a volverlo realidad, con quizá primero con “levantones” y
de ahí a las atrocidades que a diario tiñen las calles de nuestro Cancún y
México.