jueves, 16 de octubre de 2014

Cuánta Violencia…



Juan López

   Ateridos, desde que los jóvenes provenientes de la Normal de Ayotzinapa fueron masacrados en Iguala, en Guerrero se vive el terror de estas circunstancias. No ha bajado el rigor de la violencia. La vorágine nos envuelve en su turbulencia como si hubiésemos perdido la orientación en una sociedad que no quiere reencontrar los cauces de la legalidad.

   El incendio provocado ex profeso en el Palacio de Gobierno en Chilpancingo se equipara a los perversos actos de la represión de los policías en Iguala. Aquellos cometidos por polizontes uniformados. Éstos a manos de “estudiantes” que fingen desquite y se hacen justicia por mano propia.

   El remolino de venganza a todos nos arrasa. No existe en ninguna ordenanza civil, violencia mala o violencia buena. Todo evento que cancele las posibilidades humanitarias de convivencia de una comunidad regida por las Instituciones y el Derecho, no puede sobrevivir en condiciones tan hostiles.

  ¿Es tan alto el precio de la paz? ¡que no podamos sostener un equilibrio permanente entre las divergencias de los actores sociales de la Entidad!. El incendio de un edificio público nos ofrece la magnitud del odio que prevalece en sus protagonistas. De este tamaño son rencor, impotencia y resentimiento de quienes agreden, queman y saquean las oficinas públicas sin detenerse a salvaguardar la integridad física de empleados, trabajadores burócratas que ninguna culpa tienen en los asuntos que reclaman los “Ayotzinapos”. 

    La naturaleza de esta violencia es mucho más amplia que el simple significado de molestar y dañar. Obedece a signos sicológicos disparejos. Subyace en el intento, en el alarde de la conflagración,  la incapacidad de los provocadores de incitar a una sublevación. El Estado -todos sus organismos, sus recursos, sus facultades-, deben transformar las condiciones “académicas” que prevalecen en Ayotzinapa y ofrecernos a los guerrerenses la aurora de una educación profesional en esa escuela, tan digna como la de cualquier otra universidad en el Estado de Guerrero.

Ayotzinapa no debe desaparecer como Institución de enseñanza pública, debe ser adaptada a la edad moderna. Si un decreto presidencial es necesario, puede integrarse como una Facultad más a la Universidad Autónoma de Guerrero, a fin de dejar de ser una ínsula de muchachos que en su juvenil desorientación cometen toda clase de delitos amparados en el falso “fuero” de que son estudiantes de Ayotzinapa.

    PD: “Una chispa, puede incendiar la pradera”: Mao.


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