Esteban Hernández Ortiz
El Viernes, veinte de los corrientes fui a El Paraíso. Salgo de
Chilpancingo casi a la una de la tarde, “Transportes Futura” por ahora te lleva
gratis a Acapulco. Desde mi partida de la capital guerrerense no dejo de pensar
en Roberto, mi hijo de quince años, quien se salió de casa muy molesto un día
antes. El reclama estar sufriendo por muchas carencias en nuestro hogar, y aún
no volvía. Ya en el puerto, el autobús te traslada solo a Coyuca de Benítez,
pues el puente sufrió varias averías. Son más o menos cuatro kilómetros los que
hay que caminar para llegar a Pénjamo. Un amigo me sugiere comprar algunas
cosas de este lado del puente, ya cruzando los productos alimenticios han
subido indiscriminadamente sus precios, como si de Pénjamo para allá fuese otra
República. Se improvisaron unas escaleras para subir y bajar en una de sus
quebraduras. La gasolina escasea y por ende, todo sube de precio. Salgo de
Atoyac con rumbo a la sierra a las siete de la noche con veinticinco minutos,
no sin antes volver a preguntar por Roberto, me contestan que sigue sin
regresar. Un señor de Rio Santiago comenta que Zeferino Calderón, bajó de El
Paraíso, junto a otros lugareños e informaron al Ayuntamiento de la desgracia
en La Pintada. La urvan solo puede llegar hasta un derrumbe que está
aproximadamente a media hora de San Vicente de Benítez. A este punto llegamos
siendo las ocho de la noche con quince minutos. Me acompaño con un paisano de
El Paraíso y dos de sus hijos. En el trayecto salen pláticas de todas, pero la
principal es la tragedia de La Pintada. Adrian, mi acompañante, sobrino de mi
tocayo Esteban Sánchez, me dice que la noche del viernes (anteayer) caminó esa
misma ruta en compañía de un vecino de El Río Verde, quien le comentó que la
gente de La Pintada se comunicó por radio aquella noche fatal del domingo,
quince de septiembre; acudieron al llamado de auxilio, pero fue en vano
ayudarlos, el alud fue enorme. De San Vicente al Retén hay multitud de
derrumbes, hay lodo, piedras, palos, y ramas. Está obscuro, pero llevamos una
lámpara y así caminamos mejor; huele a pinos recién aserrados, pues la gente
los cortó con moto sierra para abrir un poco de paso. El hambre nos ataca, el
olor a guayabas maduras nos hace buscarlas y hallamos unas cuantas.
Al llegar a la Preparatoria, uno puede oír “el bugido” de los
ríos. La caminata nos lleva poco más de tres horas, el caso es que cuando mis
Padres me abrieron la puerta de su casa en El Paraíso, mi celular marcaba las
once de la noche con treinta y siete minutos, para ser exactos. Por supuesto
que no hay señal de telefonía móvil, tampoco hay luz eléctrica, pero algunas
plantas de luz que funcionan con gasolina, vislumbran un poco el pueblo desde
la entrada a Río Verde. Mis jefes me dieron de cenar y varias tazas de café
bien caliente. Yo les entrego una pequeña despensa que pude comprarles.
Empezamos a conversar, Ellos abarrotan la plática, pues me cuentan a detalle lo
que vivieron en su comunidad, que es la mía también. En nombre de mis hermanas
y el mío propio, les suplico que abandonen el pueblo, aunque sea por unos días
y que se bajen a Atoyac, ahí tenemos una pequeña propiedad donde pueden estar
más a salvo. Ellos me dicen que si sigue la lluvia se saldrán mañana. Mi papá
agrega que hace unos días, la luna estuvo deforme, como si fuera un globo. Eso
le da mala espina, menciona mi progenitor.
El hombre es bueno y es malo, puede ser generoso y perverso, hay
de todo. La rapiña cobra efectos, aún, en tremendos infortunios, a penas se
enteran de que alguien abandonó su hogar, así sea por algunos días, y se meten
a robar. Otros ayudan con lo que está a su alcance, me cuentan que algunos
tenderos regalaron productos de primera necesidad: Atún, azúcar, arroz, frijol, masa minsa, etc. Nos dispusimos a dormir, pero los ríos que cruzan al pueblo
mantienen un ruido que no da el mínimo de confianza, te acuestas con un ojo
abierto y el otro tratando de cerrarlo.
Amaneció Dios y a platicar con los vecinos, todo mundo se queja
y se lamenta de la escasez. La economía de El Paraíso, hace varios años que
está por los suelo. Hablan de daños en los cultivos agrícolas en las milpas y
en las parcelas de café.
Más o menos, a las nueve y media de la mañana partió de El
Paraíso al Puerto de Acapulco, un helicóptero del gobierno del Estado de México,
he pedido al capitán me apoye para viajar en la aeronave y fue concedida mi
petición. Al levantar el vuelo, puedes observar los estragos en la calle
Cuauhtémoc hasta llegar a la Secundaria. Aquí algunos habitantes han construido
invadiendo el paso del río y ahí están las consecuencias en gran parte. De la
antigua Casa-Escuela de El paraíso a Río Verde se observan derrumbes en las
huertas de café; ya al cruzar este último pueblo, está el río que baja de El
Edén y La Pintada, su caudal todavía es espantoso.
Diez de la mañana, la aeronave vuela sobre el Cerro del
Veladero, este histórico Cerro desde donde se libraron fuertes batallas para
independizar a nuestra patria. Llegamos al centro internacional de convenciones
al filo de las diez horas con diez minutos, ayudo a bajar a dos jóvenes madres
que traen bebés en brazos. Hay paisanos del rumbo auxiliando, me encuentro a la
maestra Araceli Valdez y a su esposo, el ingeniero Francisco Román,
intercambiamos información, Yo pregunto por algunos paisas de La Pintada,
algunos fallecieron, otros están en el albergue del CICI Renacimiento. La
pareja me pide informes de El Paraíso y les confirmo que hasta el momento no
hay personas fallecidas, solo daños materiales. La tienda de ropa de Efraín
Valdez sufrió pérdidas cuantiosas, igual pasó con el restaurant de doña Manuela
Vargas, la casa de materiales que está en casa de Román Abarca y el negocio de
celulares de un hijo del finado Adrian Araujo. Me encuentro a varias señoras
paraiseñas que se encuentran embarazadas, les doy el número de mi hermana Iris,
quien ayuda en lo que puede a la gente de La Pintada en el Rena. Más tarde
dialogo con Iris, le platico que nuestros jefes están bien, igual su casa.
Olvidaba compartirles que vecinos de El Paraíso comentan que la
conductora de “Qué pase el desgraciao”, Laura Bozzo lleva tres días en este
pueblo haciendo sus labores, imagino que también ha ido a La Pintada.
Hasta aquí, mis relatorías. Gracias por su paciencia.
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