Reportaje
Las reformas electorales para evitar las campañas negras serán sometidas a su prueba de fuego en esta elección. Especialistas señalan sus debilidades y los partidos buscan darle la vuelta, negados a dejar sus usos y costumbres de agredir y difamar a sus contrincantes.
Por Juan Manuel Coronel / Luces del Siglo
Cancún, Qna. Roo., marzo de 2012. Los
políticos necesitan de una conciencia “blindada” cuando se trata de iniciar
campañas de desprestigio contra sus opositores. Esto implica husmear en sus
vidas privadas, inventar defectos, calumniar, evidenciar negocios de familias;
pero también deben estar preparados para que del otro lado les hagan lo mismo.
Es el nombre del juego: guerra sucia, campaña negra, y saber evadir las leyes
para realizarlas, parece ser una de las claves del manual político.
La elección presidencial de 2006 marca el momento en que se formalizan en el léxico nacional las palabras “guerra sucia” y “campañas negras”. Sólo recordar la avalancha de spots de radio y televisión que se enfocaron en atacar al candidato de la Coalición por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, durante cerca de cinco meses de campaña.
Los políticos buscaron remediar la polarización que ellos mismos propiciaron con la batalla presidencial y reducir los pleitos y acusaciones que se lanzaron con ferocidad en la pasada elección, para lo cual se realizó en 2007 una reforma electoral amplia, que imponga las normas y procedimientos de las elecciones.
En el artículo 233 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) se estableció que en la propaganda política o electoral que realicen los partidos, las coaliciones y los candidatos deberán abstenerse de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas. Asimismo, da facultades al IFE para retirar cualquier mensaje que incumpla con este requerimiento.
Sin embargo, las nuevas regulaciones que restringen a candidatos para emitir un mensaje difamatorio contra un enemigo, fomentan que las denominadas campañas negras se realicen por debajo del agua y de forma indirecta, así lo asegura el publicista Eric Castillo Falcón, especialista en campañas políticas.
Pese a que las campañas negras entre políticos son evidentes y se emiten por los medios de comunicación masiva, siguen siendo un fantasma en los gabinetes estratégicos de todos los aspirantes a algún cargo de representación, y se siguen tejiendo mitos alrededor de éstas, precisa el profesor de la Universidad Anáhuac, de Cancún.
No existe una fórmula detallada para hacer guerras sucias contra un candidato, lo único escrito es que se deben hacer fuera de los protocolos de campaña. El especialista que ha llevado las campañas de Berenice Polanco y de Gregorio Sánchez, asegura que, por lo regular, se llaman grupos de choque, o los famosos mapaches, que funcionan de manera colateral o de manera externa a la campaña general.
Para el publicista existe el mito de que basta con promover comerciales, pancartas o mensajes para incitar el odio o el desprecio contra un partido o candidato. Sin embargo, la verdadera efectividad de éstos depende de a qué sector de la población se quiere llegar con estas acusaciones, es decir un golpe tiene que ser medido y estratégico. La efectividad dependerá del nivel de información que se tenga del contrincante.
“Es como una campaña de publicidad estratificada y dirigida, con objetivos concretos, se tiene que saber en qué colonia se ponen las pancartas o los espectaculares, a qué horario se transmiten dichos mensajes”, explica Castillo Falcón.
Las campañas políticas, según el especialista, son en un 90 por ciento emotividad. Las emociones son la matriz por la que se mueve la vida social y, en gran medida, rigen nuestro comportamiento, esa es la razón para que las campañas negras generen tanto impacto en la sociedad y son tan importantes para los políticos.
El académico de la Universidad Anáhuac de Cancún comenta que las campañas políticas venden 100 por ciento percepciones, no realidades, eso es una gran verdad dentro de lo que se hace. Los peligros de las campañas negras o la guerra sucia es que los mexicanos no están listos para discernir entre un mensaje congruente y otro manipulado para dañar a un adversario.
“El electorado no tiene memoria, podemos ver casos tan aberrantes de políticos que han hecho crímenes electorales o crímenes administrativos dentro de la función pública, y vuelven a ser elegidos, y vuelven a lo mismo, por elección popular”.
Uno de los elementos fundamentales que hay que considerar es que en las campañas sucias lo principal es crear un enemigo, para lo cual el político necesita una construcción discursiva del enemigo a vencer, basado en valores ideológicos y culturales que puedan mover emociones fuertemente arraigadas en el llamado imaginario social o el subconsciente colectivo.
En toda lucha por la Presidencia se ha visto este fenómeno, y para todos es más evidente en el 2006, con Andrés Manuel López Obrador que fungió como el enemigo a quién temerle y el miedo se convirtió en el elemento clave para disuadir a los votantes de sufragar a favor del tabasqueño.
Regulación y libertad
Dentro de las nuevas normas del Cofipe será imposible que prospere la verdadera esencia de la política, pues las campañas propagandísticas no pueden darse sin la crítica al adversario, ya que la política en sí misma implica la crítica de los diversos sectores entre sí. Ese es el análisis que realiza el Dr. Javier Esteinou Madrid, investigador del Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, sobre las repercusiones que trae consigo la reforma política de 2007.
En varios ensayos sobre dicha reforma detalla que con estas nuevas normas, “se elaboraran campañas tan artificiales o falsas, cimentadas entre pactos de caballeros del siglo XVIII con poemas y diplomacias, cuando lo que se requiere es la discusión frontal y a fondo de los grandes problemas nacionales”.
Pese a que diputados y senadores federales defiendan las reformas, a niveles locales, políticos como el dirigente del PAN en Quintana Roo, Sergio Bolio ve que dichos cambios en la ley electoral restringen a un candidato para hacer su campaña. Para el panista, el exceso de regulación ha promovido la menor participación de los ciudadanos y representa un daño mayor para la democracia.
“Si el candidato es limitado, la participación del ciudadano se limita. Un exceso de regulación inhibe la participación de los ciudadanos”, asevera Sergio Bolio, pese a que su partido fue uno de los que interpusieron una denuncia de guerra sucia contra un periódico local por haber ligado a su candidata a la diputación federal, Marybel Villegas, con el crimen organizado. Los panistas acusaron que detrás de la publicación está el gobierno estatal que intentaba desprestigiar a la aspirante al curul de San Lázaro.
Para el blanquiazul, la legislación tan amplia y tan específica no debería ser motivo de orgullo para los políticos mexicanos, porque denota que son tramposos y admite que siempre buscan la vuelta a la ley para violentar los principios que rigen una contienda electoral, en beneficio de los intereses de un grupo político.
El Cofipe suscribe que la propaganda y mensajes que en el curso de las campañas electorales difundan los partidos políticos, se ajustarán a lo dispuesto por el primer párrafo del artículo 6 de la Constitución. Es decir, permitirán el libre ejercicio de la libertad de expresión.
Los partidos políticos, los precandidatos y candidatos podrán ejercer el derecho de réplica respecto de la información que presenten los medios de comunicación, cuando consideren que la misma ha deformado hechos o situaciones referentes a sus actividades. Este derecho se ejercitará sin perjuicio de aquellos correspondientes al daño moral que se ocasionen.
Para el presidente de la Junta Distrital número III del IFE en Quintana Roo, Demetrio Cabrera, no es una cuestión de regulaciones y leyes, se trata de que los políticos se ajusten al Estado de Derecho. De otra forma, el electorado se decepciona de los políticos enfrascados en un ir y venir de acusaciones e inhiben el voto.
“La regulación no mina la libertad de expresión, no entra en conflicto las leyes. Sólo pide el respeto a los contrincantes, no más, no que se abstengan de atacarlos o de iniciar debates, se necesita sólo que se respete al contrincante”, agrega.
En la reforma, el Cofipe permite multar a los partidos políticos por iniciar campañas sucias con hasta 10 mil días de salario mínimo y a la interrupción de la transmisión de la propaganda política o electoral que les corresponda. De enero de 2007 a febrero de 2012, el IFE ha impuesto sanciones a los partidos políticos por 863 millones 237 mil 65 pesos por diversas violaciones al Cofipe, entre ellas las guerra sucia de 2006.
Por la pasada elección presidencial, el órgano electoral multó con 36 millones 899 mil pesos al Frente Amplio (21 al PRD, 7 al PT y 7 a Convergencia), 36 millones 532 mil 394 al PAN y 4 millones 780 mil 400 pesos contra la Alianza por México (PRI-PVEM).
En las normas del Cofipe también es aplicable para los medios electrónicos, los cuáles serán sancionados si se prestan a promocionar las guerras sucias con hasta 100 mil días de salario mínimo. Hasta el momento, el IFE sólo ha determinado multas a Televisa y TV Azteca en 2009 con dos millones de pesos a ambas por no transmitir spots políticos a los que estaban obligados.
En cuanto a las guerras sucias, el Cofipe suscribe que los comerciales o spots serán retirados por el IFE, y el tiempo de la publicidad suspendida será ocupado por la transmisión de un mensaje de la autoridad en el que se informe al público de la falta de la televisora. Tratándose de permisionarios, la sanción será aplicable respecto del tiempo destinado a patrocinios.
La otra guerra sucia
Con la reforma electoral se esperaría que se dejase de hablar con tanta frecuencia de las guerras sucias y las campañas negras. Sin embargo, los políticos lograron encontrar el punto flaco de las nuevas disposiciones, las redes sociales y el internet, que llegan a cerca de los 40 millones de usuarios en México. Es así que en estas primeras semanas de contienda, los principales partidos denuncian la existencia de actos de “guerra sucia” en las redes sociales, encaminados a desprestigiar a sus respectivos aspirantes.
El diputado federal Agustín Torres, encargado de la estrategia web de la campaña de Josefina Vázquez Mota, acusó que su candidata ha recibido estos ataques por situaciones que están fuera de la campaña. A Vázquez Mota no le bastó con tener de asesor al consultor político Antonio Solá, uno de artífices de la llamada estrategia de guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador en 2006.
Tan sólo se difundieron detalles polémicos de la tesis de la candidata y un ensayo donde elogió al difunto dictador chileno Augusto Pinochet para desatar una cantidad de mensajes contra la panista. Agustín Torres defiende que Vázquez Mota nunca “alabó” a Pinochet ni “insultó” a la UNAM, como señalan varios usuarios de Twitter que crearon las etiquetas de esta red social hashtags con nombres como #Pinochepina y #JosfinainsultaalaUNAM para referirse a esos temas.
El candidato priísta a la Presidencia, Enrique Peña Nieto, cayó de forma más evidente demostrando ignorancia literaria en la Feria Internacional de Libro en Guadalajara y las redes sociales no le perdonaron.
También se han difundido fotografías de parabuses con la leyenda: “Frente a la ineptitud de lidiar con el narco, la experiencia de negociar con ellos”, con los colores del partido y el escudo. Las fotografías fueron difundidas con una hashtag de #elPRIdesiempre.
Pese a lo ocurrido en la elección pasada, Andrés Manuel López Obrador no ha sido aún víctima directa de una campaña en las redes sociales en su contra de cara a las elecciones en julio de este año.
Para el publicista Eric Castillo Falcón no se puede señalar que exista una campaña negra cuando se habla de internet, es demasiado aventurado pues se trata con ciudadanos que ejercen su libertad de opinión política de forma masiva y con comentarios arbitrarios. Muchos de los políticos usan las redes sociales como plataforma política, porque simplifica la comunicación y reduce los gastos, pero a la manera de ver del experto, no garantiza a aceptación del mensaje.
“La perspectiva del mexicano sigue siendo que el político es engañoso, que el político no es sincero, que el político solamente se aparece cuando hay campañas electorales. Entonces cuando un político entra a una red social se nota como invasión, y automáticamente se crea resistencia a su mensaje” detalla.
Para el académico de la Anáhuac de Cancún, hay una desvalorización del esquema del partido, del esquema del político que no permea dentro de las redes sociales y las campañas pueden salirse de control para los gabinetes estratégicos.
Pese a estas muestras de campañas contra candidatos presidenciales, la contienda apenas comienza y está por verse las nuevas disposiciones que tomarán los asesores de campaña para evitar una nueva brecha de polarización con disputas en el ring de la desacreditación y la injuria.