El
Octopus maya, conocido como pulpo rojo, es un ejemplo del empleo
de recursos naturales para la ciencia médica, ya que esta especie propia de la
península de Yucatán es parte de una investigación que busca, a partir de la
saliva de este molusco, ocupar sus moléculas como relajantes musculares o
antiespasmódicos.
El estudio se centra en esa especie marina que, además
de ser un producto acuícola en el Sureste del país, tiene características que
podrían aliviar las contracciones involuntarias de los músculos en personas con
estos males; es decir, aquellos espasmos o “calambres” causados generalmente por
un mecanismo de reflejo en algunas zonas del organismo, como en las paredes del
estómago, intestinos y vesícula
biliar, entre otros.
De acuerdo con el doctor Sergio Rodríguez
Morales, químico-farmacéutico de la Unidad de Química ubicada en el puerto de
Sisal, Yucatán -perteneciente a la Facultad de Química de la UNAM- esta
investigación busca identificar algunas propiedades del pulpo rojo a fin de
lograr un fármaco que disminuya el dolor o tensión del músculo afectado.
El experto
reconoció que poco se conocía sobre el mecanismo de alimentación del pulpo; por
ello, llevó a cabo un estudio previo donde observó que esta especie marina
captura a su presa (cangrejo) y le inyecta su saliva, la cual tiene dos
funciones: paralizar y predigerir a sus víctimas.
Ese efecto de la saliva, señaló, ocurre debido a
que esa secreción contiene proteínas, enzimas y aminas biogénicas (proteínas y aminoácidos) que tienen la función de inmovilizar e inactivar a la
presa, entre ellas figura la octopamina, serotonina y algunos polipéptidos, los
cuales se unen a diferentes receptores que están implicadas en la respuesta del
dolor en humanos.
“Por tal motivo, se tornó indispensable
contar con estudios en las glándulas salivales posteriores, órganos encargados
de generar la saliva, las cuales se disectaron (operación anatómica) del pulpo,
a fin de generar un extracto para ser evaluado de manera experimental en el
modelo neurotóxico de cangrejo playero, y acelerar la separación de las
moléculas responsables de la actividad”, expuso Rodríguez Morales.
Así,
luego de aislarlas, las glándulas se trasladaron a un equipo llamado
liofilizadora, que quitó el agua de los tejidos mediante temperatura y presión
baja, para obtener el órgano en un estado seco, y posteriormente triturarlo; de
manera tal que permitió mantener íntegras a las moléculas y proteínas presentes
en la saliva, las cuales se reconstituyeron en solución salina.
El proceso, dijo, reveló la permanencia de los
compuestos neurotóxicos principales, ya que al ser inyectados en el cangrejo,
que fungió como especie experimental se presentaron las dos respuesta esperadas:
neurotóxico y metabólico.
“Los resultados fueron impactantes, debido a que
la actividad neurotóxica se separó de la actividad metabólica, y la parálisis
del cangrejo se alcanzó en al menos 10 segundos”, mencionó.
El académico de la UNAM destacó que, a pesar de
haber separado péptidos (moléculas) neurotóxicos en otras especies de pulpos,
éstos presentan efectos adversos en el sistema nervioso central y el periférico;
sin embargo, pueden utilizarse como herramientas farmacológicas, por ejemplo
como activadores o inhibidores del receptor de taquiquinina, implicado en el
dolor.
“Lo importante de esta investigación es separar y
caracterizar los componentes que causan el efecto neurotóxico, y evaluar su
posible aplicación antiespasmódica frente a las contracciones o calambres
involuntarios de los músculos”, concluyó.
El trabajo que lleva a cabo la Unidad de Química-Sisal
se encuentra en una primera etapa y los investigadores involucrados esperan
presentar avances en el corto plazo. El proyecto cuenta con la colaboración de
la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y el apoyo financiero del Fondo
Mixto del gobierno del Estado de Yucatán y del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología. (Agencia ID)