Recordando a
Apolonio Castillo
Regino Ocampo Bello
La vida de Apolonio
Castillo Díaz fue breve, en la misma forma que fue para otros Tecpanecos que
con sus talentos naturales, lograron grandes hazañas como: Valente de la Cruz y
Amadeo Sebastián Vidales, a quienes la historia los ha inmortalizado, por haber
esparcido su sangre costeña en los surcos de tierras Guerrerenses, siguiendo el
impulso de sus ideales de justicia.
En el caso de
Apolonio, un niño robusto y sano que nació en esta tierra de Los Galeana, el 23
de mayo de 1921, sabemos por sus familiares que desde niño, mostró sus
cualidades para la natación en las embravecidas
corrientes del río de su tierra natal, pero aunque a su corta edad, pudo
haberse ahogado, no sucedió así, ni tampoco quiso la muerte cargar con él,
cuando en un velorio por accidente, fue incendiado por una lámpara de gasolina
que se incendió y fue arrojada por la persona que la prendía, cayendo en el
cuerpo de Apolonio, dejándole para toda
su vida, una huella del fatal accidente, a la altura de su hombro.
Tampoco le llegó la
muerte cuando en una ocasión en la ciudad de Tecpan, acompañaba a la maestra
Guadalupe Acosta quien fue asesinada y su acompañante herida casi al lado de
Apolonio, es seguro que los asesinos no atentaron contra su vida, porque lo
conocían como un joven educado y completamente sano.
El destino llevó a
Apolonio al puerto de Acapulco, siendo La Quebrada su lugar preferido, donde
disfrutaba días enteros con sus amigos; los hermanos Apac, Hilario Martínez y
el Chupetas García entre otros.
Don Hilario me
aseguró que Apolonio fue el primero que se tiró de la parte alta de La
Quebrada, que solamente fueron dos clavados y esa única vez, porque su mamá lo supo y lo hizo que le jurara que
nunca más se tiraría clavados de ese lugar, que por eso cada día 23 de mayo,
cumpleaños de Apolonio, los clavadistas le hacen un homenaje, juntándose un
grupo de ellos y que en ese día hacen un show especial en La Quebrada del hotel
El Mirador.
Pero la vida de
Apolonio, no estaba destinada a terminar
tan pronto, ni a los 5, 8, 14 o 20 años, el destino pondría primero en su
camino al maestro Joaquín de la Peña, para que le adiestrara para lograr sus
triunfos, sus hazañas, para llegar al salón de la Fama, darle a Tecpan el trazo
de su carretera y al puerto de Acapulco, su imagen y la Unidad Deportiva, pero
Apolonio ya convertido en un gran astro, importante empresario y darle gloria a
Tecpan, al puerto de Acapulco y a su familia, llegaba a su pensamiento, el
presentimiento de morir joven y en el mar, por eso cuando tenía momentos de
reposo, no perdía la oportunidad de escuchar o repetir los versos de su poema
favorito:
Quiero morir, cuando
decline el día
En alta mar, y con la
cara al cielo
Cuando parezca un
sueño, la agonía
Y el alma un ave, que
remonta el vuelo
Y volvía a su rutina,
combinando sus ocupaciones de Acapulco, con sus visitas a Tecpan, en esa forma
llegó al mes de marzo, el 23 de mayo, cumpliría sus 36 años, pero antes, le
quedaba una tarea más por cumplir, la última, limpiar la imagen de Acapulco que
se opacaba y aquel 11 de marzo de 1957, en sus últimos instantes de vida, quizá
recordó, los versos del final de su poema predilecto:
Morir y joven, antes
que se destruya
El canto leve, la
gentil corona
Cuando la vida dice,
aún soy tuya
Aunque sabemos
bien…que nos traiciona.
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