Juan López
Las penas son tantas en esta tierra por
nosotros habitada, que por todas partes se han multiplicado: Desde su origen,
la mitología griega ya nos advertía que en la Caja de Pandora se habían reunido
los más atroces, viles y trágicos sucesos que pudiésemos padecer. Fue aquel un
recipiente, donde la primera mujer existente debería esconder la maldad. No se
contuvo y por curiosidad, abrió la tapa y se escaparon todas las desdichas que
hoy nos horrorizan.
Esta Caja era una tinaja dada a Pandora,
que contenía todos los males del mundo. Se cuenta que Zeus en venganza con
Prometeo, por haberle robado el fuego y dárselo a los humanos, le presentó
Pandora a Epimeteo y como regalo de bodas Pandora recibió una misteriosa Caja
con instrucciones de no abrirla nunca. Pero Pandora desobedeció y la abrió.
Cuando lo hizo vio lo grave de su error y la cerró. Sin embargo era tarde. Se
había escapado todo el contenido. En la Caja sólo quedó un elemento: el
espíritu de la esperanza.
Cuando en 1979 Los Sandinistas derrocaron a
Anastasio Somoza en Nicaragua, su principal objetivo fue desmantelar la
estructura político-militar-carcelaria que en medio siglo la dictadura erigió
para someter a todos los sectores sociales de la pequeña república. El poder
absoluto de la familia Somoza adueñaba bancos, fábricas, industrias, líneas
aéreas, bienes raíces, haciendas, bosques y vidas de varias generaciones de un
pueblo al que sólo liberó la sedición. Para dominar a su pueblo fue necesaria
la más cruel organización criminal de que tengamos memoria instalada en
Nicaragua.
En las cárceles clandestinas, calabozos y
mazmorras inhumanas, escondites que los represores utilizaban de castigo, los guerrilleros encontraron a hombres y mujeres,
esqueléticos, erosionados por el hambre,
moribundos algunos, almas víctimas a las que les quedaba sólo en un hálito el
aliento de la esperanza, igual que en la Caja de Pandora, donde la ilusión de
vivir fue lo único que no escapó.
Opositores al régimen, luchadores sociales,
jóvenes universitarios, líderes naturales, muchachos que invocaban a Ernesto Ché
Guevara y recitaban versos de Pablo Neruda. Algunos llevaban entre 25 y 30 años
recluidos en esas ergástulas: dados por muertos hasta por sus hijos, fueron
encontrados convertidos en piltrafas humanas, en fantasmas y, devueltos a la
vida civil como auténtica reencarnación.
Que este antecedente de la Infamia de los
Somoza en Managua -el tiempo que tuvieron a sus víctimas con vida,
encarceladas-, sirva como norma, para quienes buscan con denuedo a sus
familiares queridos, desarraigados en tan inmensa tragedia -los 43 jóvenes de
Ayotzinapa desaparecidos en Iguala-, nunca
dejen de indagar en la persecución de la
verdad verdadera hasta encontrarlos con vida.
PD:
“Si en la lucha el destino te derriba.
Si todo en tu camino
es cuesta arriba.
Si tu sonrisa es ansia
insatisfecha.
Si hay faena excesiva y vil cosecha.
Si a
tu caudal se contraponen diques…
Date una tregua, pero no claudiques”:
Rudyard
Kipling.
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