Juan
José Romero/NOTYMAS
Chilpancingo,
Gro, julio 20 de 2014 (NOTYMAS).- Es
un día cualquiera en el hospital general Raymundo Abarca Alarcón, los
familiares de los pacientes, impacientes se pasean en la sala de espera.
De pronto, un grito de una mujer acalla los
murmullos de la multitud que espera noticias de su paciente, se trata de una
mala noticia para una familia, su familiar ha muerto, las condolencias se dan
entre quienes los conocen, el resto de la gente luego de una pequeña pausa,
continua en lo suyo.
Las necesidades son muchas, y el personal
poco, aunque por momentos parece que indolentes, médicos, enfermeras y de
trabajo social, se saludan efusivamente, platican por algunos minutos mientras
afuera en la sala de emergencia, caras de desesperación se ven por todas
partes; una voz se escucha, “oiga señorita tengo aquí desde las tres de la
tarde, ya son las diez y no me han dado resultados de mis estudios”, la
respuesta es un movimiento de hombros para luego cerrar la puerta.
El ir y venir de las ambulancias en algunas
ocasiones no cesa, personas accidentadas, y con el fenómeno de la violencia
otras más llegan baleadas, y el llanto de nueva cuenta cuando una mujer de
aspecto robusto sale de la sala de emergencia para informar al resto de sus
familiares, “esta grave”, con el llanto a flor de piel.
Otro día, toca a una paciente llegar en el
cambio de turno, después de las 7 de la tarde con un dolor abdominal; nadie
atiende a sus familiares, la recepcionista se muestra indolente y solo se
limita a decir que es el cambio de turno que tienen que esperar.
Mientras la mujer de aproximadamente 55
años, espera, en su rostro se puede apreciar el dolor que la aqueja pero de su
boca no sale ni una queja, solo se sienta y se recarga en su brazo a espera que
algún médico acabe de saludar y se ponga a trabajar.
Pasan los minutos y después de casi
40, la recepcionista del turno nocturno canaliza la ayuda y es atendida, un
caso más resuelto, mientras los pacientes sigue llegando a un hospital que no
puede dar atención pronta que muchos quisieran y reclaman.
Luego un hombre molesto sale de la sala de
emergencia con su familiar, un anciano de más de 70 años, se queja de un dolor,
y no es atendido con prontitud “a veces es necesario decirles sus chingaderas a
estos”, expresa molesto mientras recorre con su paciente la sala de emergencias
en espera de ser atendidos.
Otra vez en el hospital, las cosas parecen
“tranquilas” aunque uno de los guardias de avanzada edad, dice “aquí no para la
actividad, a veces esta peor” refiriéndose al número de pacientes que atiende
el personal del nosocomio, otra vez las quejas, por la falta de atención aunque
en su mayoría los pacientes ya saben que el tiempo es primordial y la paciencia
también.
Algunas voces señalan “parecen dos
hospitales, en la mañana el personal de recepción es muy déspota, y aquí en la
noche son más amables”, sin embargo, la insuficiencia del personal es evidente,
un sólo médico atiende a más de 10 personas a la vez en un pasillo.
Por las noches, personas altruistas
ofrecen merienda a familiares, médicos, personal de limpieza y hasta los
guardias, salen a un pasillo contiguo de la sala de emergencias a tomar un
atole de piña, acompañado de un tamal de hoja de totomoxtle, con solo dar
gracias el estomago ya comió cuando menos para pasar la noche, que para muchos
el mismo hospital se vuelve su casa ya que vienen de otros lugares aledaños a
Chilpancingo y se quedan a dormir ahí.
Es la cotidianidad de este lugar donde en
muchas ocasiones las visitas terminan con un final feliz, pero en otros el
llanto es lo primero que brota, y en otros el coraje por no recibir una
atención que reclaman pero que no llega, por la insuficiencia de personal, y
ante la falta de recursos, para muchos es la única opción para curar sus
enfermedades. (NOTYMAS)
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