Juan López
El sábado
festejamos el Día del periodista. Escuché en los discursos que la nuestra se
trata de una profesión de alto riesgo. Nunca me había dado cuenta de ello.
Pensé que peligroso era ser torero o corredor de vehículos deportivos, político
honesto o sicario. Sociedad, donde el presidente Municipal, en este caso Luis
Walton, va a las actividades de los comunicadores, es una sociedad con buenos índices democráticos.
Del gremio
hablaron Miguel Ángel Mata, Raúl Pérez García, Domingo Gómez Gallardo,
equilibrando el parangón histórico de Juan Escudero. El orador oficial hizo
analogías políticas entre el héroe civil y el Alcalde; sin embargo le faltó la
principal identidad entre ambos, pues tanto Escudero como Walton, su salario lo
donaron a causas beneméritas. Ninguno de los dos jamás cobraron un céntimo de
la nómina.
La prensa
creo yo tiene funciones entrañables con la ética. Las figuras señeras del
periodismo fueron grandes por su autoridad moral. Quienes nunca transigieron
con la ocasión ni utilizaron la lisonja como medio de procuración personal,
siguen vivos en la memoria cívica. El mejor ejemplo es Nacho de la Hoya: pluma,
estilete, mordente, despiadada. Víctima del poder político y de la indiferencia
ciudadana.
Cuenta el
difunto Sócrates que en Atenas era fácil, preguntando en la calle, encontrar
dónde quedaba la carnicería. Si se inquiría a cualquier persona, la dirección
de un médico acreditado, de inmediato se ubicaba el lugar donde atendía a sus
enfermos. Lo difícil era cuando se solicitaba la presencia de un hombre
honrado, justo, equilibrado. Entonces nadie podía satisfacer al requirente. Una
persona buena… ¿Dónde…?
Qué
pasaría hoy si un lector nos detiene en la calle y nos pide que lo llevemos con
un periodista confiable, reputado, libre y honesto.
Brete,
trance, dificultad.
A quién de
los que vivimos revolcando la noticia, informando y orientando a la opinión
pública, nos tocaría en suerte ser elegidos como modelos sociales de pulcritud
y ejemplo ciudadano. ¿Qué hacemos?.
Nos
preocupamos mucho por los colegas muertos, violentados, ofendidos y humillados
pero, callamos ante la urgente necesidad de darle a la Prensa actual un estatuto personal de moral inquebrantable.
PD: “El
ave canta aunque la rama cruja, como que sabe lo que son sus alas”: Salvador
Díaz Mirón.
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