Juan
López
Es elemental a la democracia que los
partidos políticos que en el escenario público compitan por la preferencia
electoral, tengan los suficientes matices sociales que los actuales requisitos
le imponen a los que se proyecten para participar como líderes de alguno de los
institutos que navegan en las aguas procelosas de la gobernación.
En muchas ocasiones se nos olvida, tanto a
los aspirantes de la más diversa índole, como a la misma sociedad en general
que toda participación activa y militantemente en política lleva solamente un
objetivo: procurar obtener el poder. Si un membrete de cualquiera que sea su
filiación partidista, de lo único en que se preocupa es en conquistar posiciones
plurinominales, regidurías de consolación y
franquicias con prerrogativas burocráticas por su participación leal,
electoral, dicho núcleo político está condenado a sobrevivir como un
profesional o un simulador o un aliado incondicional de cuanta necesidad
circunstancial le solicite el gobierno y, apto para aquellas ocurrencias que
requieran los otros poderes.
El otro requisito que hemos observado en la
trayectoria pública de Enrique Castro Soto es lo competente y ágil que ha
resultado su desempeño en los espacios administrativos donde ha fungido como
titular del Registro Agrario Nacional, la delegación en Guerrero de la
Procuraduría Federal de Defensa del Consumidor, así como de la Secretaría de
Desarrollo Económico del gobierno del Estado.
Cuando las informaciones comenzaron a rolar
en el sentido de que Enrique Castro Soto es uno de los probables dirigentes del
PAN, en la próxima revisión y renovación de dicho partido en el Estado, nos
complace que se haya escogido a tan distinguido guerrerense para conducir por
el siguiente período a Acción Nacional.
No se incursiona en la política si no se
tiene siempre pendiente que es desde el poder público y económico por ende,
desde donde se pueden enderezar las obras y servicios sociales que sirvan como
beneficios hacia las mayorías ciudadanas. El PAN ya experimentó la
responsabilidad de presidir la República, pero también los actuales panistas
saben que si los errores son mayores que los aciertos, y si la frustración le
gana al optimismo, quien tiene la última palabra en la razón de México, es el
ciudadano elector, quien con una simple papeleta en la urna, puede cambiar el
rumbo de la administración. A Enrique Castro Soto le han tocado en sus
cometidos gubernativos diversas etapas de la última década. Sabe que en
política se triunfa con dedicación, diligencia y esmero, virtudes que le son
propias.
PD: “Si la montaña no viene a ti, tú ve a
la montaña”: Mahoma.
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