Juan López
Mientras algunos bienvivientes del
presupuesto se atoran gritándole a la autoridad sus deberes y quehaceres,
pensamos que un gobernador tiene facultades legales para contratar personal de
trabajo y también para prescindir de quienes carecen de aptitud para el
desempeño de las tareas que se les asignan. Tan claro como que la tierra es
redonda.
Nada tan satisfactorio para toda la
sociedad -no para unos cuantos-, el cese fulminante del secretario de Cultura,
obviamente, por su incapacidad y malas trazas en la realización de un verdadero
plan de labores, pero eso sí, convirtiendo en muladar los espacios públicos
culturales y creando un corral donde simuladores, cuates e incondicionales,
obtenían estipendios redituables, por formar parte del coro fácil de aduladores
y comparsas.
Ya lo vimos con la lectura de la obra de José
Revueltas. Otra cosa: nivel, calidad, asistencia relevante, gente, nombres. La
cultura no tiene que ser lugares comunes y la misma plebe, la menudencia, la
frivolidad, lo raquítico. Estamos seguros que va a terminarse en la Secretaría
de Cultura la vendimia, la mojiganga, el escenario de bufones, lo árido y lo
mediocre.
Martínez
Núñez tiene prosapia y cuna, rango y linaje. Improvisado no lo es. Conoce,
dirige, delega funciones, alterna, disfruta del arte como de una vocación
intrínseca. Pero el más importante de todos sus atributos: es un hombre que
sabe escuchar y atender las vicisitudes de su género. Esto último hará que las
actividades culturales de Guerrero se dimensionen como nunca, porque seremos
muchos los generadores, creadores, autores y organizadores que habremos de
participar, porque deseamos ser parte de. Sin prebendas ni mezquindades, en
ayudarle a que el talento y producción de los artistas, cristalicen en este
régimen que tuvo la fortuna de haberlo designado como coordinador de los
esfuerzos de quienes recrean los sentimientos del pueblo.
De antemano sabemos que enfrentará
resquemores, disolvencias, odios y tirrias de errabundos merodeadores pero, son
gajes del oficio que brinquen las alimañas cuando la barca inicia el
hundimiento. Lo que importa es el presente, como catapulta del futuro. Hay que
limpiar los establos como Hércules por mandato de la higiene.
Yo propongo: que se instituya, se realice
cada año, El festival musical José Agustín Ramírez. Que coincida con la fecha
de su deceso el 12 de Septiembre. Una semana de trova, con recorrido a toda la
campiña guerrerense a la que le cantó, actualizado con esa prodigalidad
sinfónica del maestro Eduardo Álvarez: un recorrido por toda su geografía
musical que es vasta y rica. Con la asistencia de voces privilegiadas que
interpreten Por los Caminos del Sur, Acapulqueña, Ometepec, La vida se nos va…Con
personalidad jurídica propia y Decreto Constituyente obligatorio. Festival como
Las Jornadas Alarconianas, sin fecha de caducidad, tendiente a ser una
institución más del acervo guerrerense. Es una pena que no existan los
Festivales de José Alfredo en Guanajuato; el de Álvaro Carrillo en Oaxaca, el
de Guty en Yucatán, como si está vigente el de Agustín Lara en Veracruz. La
música popular es uno de los patrimonios más legítimos de nuestra cultura-pueblo.
Se entiende: no hay que descuidar la
creatividad actual, ni las corrientes en boga de las artes: el espíritu siempre
hablará por nuestra raza. Pero no es ocioso ni árido, mantener en el pedestal
de admiración que merece, el más grande de los creadores musicales que ha dado
Guerrero, el maestro José Agustín Ramírez Altamirano: Faro de la inteligencia
musical costeña.
Sin otro particular por el momento y, por
renovar la sangre -icor, decían los griegos-, de tan urgente necesidad que era
en la Secretaría de Cultura, Gracias Gobernador.
PD: “Nadie se baña dos veces en el mismo
río”: Heráclito.
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