RAÚL SUÁREZ MARTÍNEZ
El
18 de diciembre de 1993 el comerciante Cornelio Jerónimo Dircio, del poblado de
Ayotoxtla, fue asaltado por tres hombres a quienes posteriormente identificó
como los hermanos Martín y Eliseo Aguilar Avilés y su primo Ángel Aguilar
Vázquez. El asalto tuvo lugar en El Columpio, un paraje por el cual los
lugareños pasan sólo por necesidad. Los tres asaltantes eran originarios de
comunidades de Zapotitlán. Versiones indicaron que los tres cometían asaltos y
violaciones en la zona. Según los tres delincuentes habían asaltado previamente
un autobús de pasajeros, del que obligaron a descender a cuatro mujeres, a
quienes violaron. Al llegar a Ayotoxtla Cornelio reunió a una veintena de
personas con palos y piedras –entre quienes se encontraban sus hijos Paulino y
Germán, el cacique local Eugenio Rosendo Bolaños y los comisarios de Ayotoxtla
y Escalerillas Lagunas). Paulino y Germán habían sido asaltados y golpeados
días antes, culpando de este hecho a los hermanos Martín y Eliseo Aguilar
Valdés y a su primo Angel Aguilar Vázquez. Sin mucha dificultad localizaron a
los presuntos atracadores; éstos, al verse superados en número se entregaron a
los perseguidores. Los linchamientos de Zapotitlán muestran un caso en el que
la violencia funciona como modo de relación social o, por lo menos, de
mediación de las relaciones sociales. Ello no significa que los habitantes de
la Montaña sean más violentos que otros campesinos o comuneros indígenas o que
los mexicanos de las centros urbanos. La violencia radica ante todo en las
condiciones estructurales en las que se desenvuelve la vida cotidiana de estos
hombres y mujeres.. Son estas las circunstancias en las que las agresiones al
patrimonio, a la libertad o al honor tienen un efecto más devastador. Cuando la
explicitación de la articulación de lo local a lo externo se hace evidente por
la penetración de actores externos que avalan o refuerzan las injusticias y
sufrimientos, las reacciones locales suelen empezar a superar la dimensión
personal y la búsqueda de remedios puede llegar a tener proyecciones mayores.
Las quejas ante las autoridades estatales consiguen que la policía se haga
presente en el lugar; el narcotráfico atrae al ejército; las organizaciones
estatales o nacionales que son referentes de las organizaciones locales toman
intervención en los hechos; La búsqueda de soluciones se encaminó, por lo
tanto, por otros senderos –entre ellos, la convocatoria de organizaciones
político-militares opositoras. Sobre todo, el involucramiento de instituciones
públicas en las mismas tropelías que hasta entonces eran cometidas por
individuos concretos, creó condiciones para redireccionar la culpa por esos
hechos hacia las instituciones respectivas y, por lo tanto, a su progresiva
despersonalización.
Octubre
de 2012, habitantes de Olinalá, municipio de la región de La Montaña, algunos
de ellos armados con escopetas, instalaron barricadas en los cinco accesos a la
cabecera municipal, para impedir el ingreso de la delincuencia organizada. Los
hechos después de que el viernes anterior fue encontrado muerto un taxista que
había sido secuestrado; el sábado, durante el sepelio, los pobladores se
enteraron de que un grupo armado había levantado a un comerciante.
Los
dos ejemplos anteriores, nos llevan a concluir que en algo está fallando el
Estado como garante de las condiciones generales de convivencia que ofrece la
Constitución política nacional. Cuando las fuerzas del estado fallan o se
coluden en algún caso en estas garantías, los ciudadanos, las fuerzas vivas
terminan por organizarse: El pueblo, ya
harto de los robos, atropellos y crueldades del Comendador, decide unirse y
tomar la justicia por su mano. Una noche llegan al palacio, invaden su casa y
lo matan en nombre de Fuente Ovejuna y de los Reyes Católicos. En el juicio,
cuando el juez les pregunta quién mató al Comendador, todo el pueblo responde:
“Fuente Ovejuna, señor”. En Zapotitlan Tablas como en Olinalá, “Fuente
Ovejuna” no se organizó contra el gobierno (no todavía), más bien lo están
haciendo para darse las garantías que éste no les da, lo que debería ser un
alivio para el gobierno, sin embargo, es claro que, si en el periodo inmediato
no hay respuesta de los órganos del Estado, pronto esa fuerza organizada y
armada por añadidura, buscará acciones no solo contra quien la hace, sino,
también contra quien le paga para que lo proteja.